-->
Después de un rato más de camino llegamos al lugar dónde el autobús nos deja, y a partir del cual realizaremos a pie una pequeña ruta bordeando el cañón. El lugar, nos cuenta Juan Pablo, recibe el nombre de Cruz del Cura. Según la historia, un párroco de una localidad cercana mantuvo un romance con una chica de otro pueblo. Al parecer fueron asesinados y sus cadáveres despeñados al fondo del barranco dentro de un coche. Tardaron un mes en encontrar los cuerpos. De esto, se deduce según el guía, que el cóndor no come carne humana. Los cadáveres estaban intactos.
El cañon del Colca es impresionante. Tiene unos 100 Km. de longitud y su profundidad varía entre los 1.000 y 3.000 metros, alcanzando un máximo de 3.191 metros. Es el segundo más profundo del mundo, después del de Cotahuasi (muy próximo y más de 150 metros más profundo) y por delante del cañon de Colorado. El fondo del cañón es casi tropical, con palmeras, helechos e incluso orquídeas en zonas aisladas. Durante el paseo recorremos el borde del precipicio, observando algunos animales de la fauna local; la chinchilla (aquí llamadas vizcacha, roedor parecido al conejo) y el colibrí (picaflor). Y de repente, emerge surcando el cielo del cañon, el cóndor. Al principio se ven lejanos y no son más que un borrón que se confunde con el paisaje de fondo. Vemos varios a medida que avanzamos hacia la Cruz del Cóndor.
El nombre del cóndor proviene del término con el que se designa en quechua; Kuntur (palabra repetida multitud de veces en nombres de hostales, restaurantes, locales comerciales…). Puede medir 1,40 metros de altura y 3,20 metros de envergadura de alas. En la zona del Colca, debido a que la comida no es muy abundante no alcanzan mayores tamaños, aunque en otras regiones de los andes peruanos se han visto ejemplares de hasta 3,80 metros de longitud con las alas desplegadas. Su plumaje es marrón en los primeros años de edad, y a partir de los seis, cuando se les considera adultos el color torna a negro con manchas blancas en las alas. Los machos son mayores que las hembras, raro en aves rapaces. Su alimento principal es la carroña, aunque también puede alimentarse de crías de alpacas o llamas, por eso tiene tan mala reputación entre los campesinos y ganaderos; poco aprecio sienten por el cóndor andino.
El nombre del cóndor proviene del término con el que se designa en quechua; Kuntur (palabra repetida multitud de veces en nombres de hostales, restaurantes, locales comerciales…). Puede medir 1,40 metros de altura y 3,20 metros de envergadura de alas. En la zona del Colca, debido a que la comida no es muy abundante no alcanzan mayores tamaños, aunque en otras regiones de los andes peruanos se han visto ejemplares de hasta 3,80 metros de longitud con las alas desplegadas. Su plumaje es marrón en los primeros años de edad, y a partir de los seis, cuando se les considera adultos el color torna a negro con manchas blancas en las alas. Los machos son mayores que las hembras, raro en aves rapaces. Su alimento principal es la carroña, aunque también puede alimentarse de crías de alpacas o llamas, por eso tiene tan mala reputación entre los campesinos y ganaderos; poco aprecio sienten por el cóndor andino.
A lo largo del camino existen diversos miradores protegidos con muros de piedra para que los turistas apoyados en ellos, tengan la paciencia necesaria para divisar a este imponente animal. Juan Pablo, atrapa un tábano que nos muestra y que nos deja anonadados. Su aguijón es impresionante, con razón aquí los llaman “picacuero” porque con su picadura son capaces de atravesar la piel de una vaca. Nos detenemos en uno de estos miradores, justo antes de llegar al más famoso, el de la Cruz del Cóndor, situado unos metros por encima. Realmente los miradores son idénticos, simplemente se diferencian en la cota, el más conocido, situado unos metros por encima, alberga una figura en forma de cruz y es lugar de referencia para los turistas.
En los riscos que forman el promontorio donde se levanta el famoso mirador, divisamos un pájaro posado. Con ayuda de los prismáticos (en Perú “alargavistas”) lo confirmamos, se trata de un cóndor. Tomamos posición sobre el muro de piedra y mientras comemos unas galletas tenemos suerte, mucha suerte. Durante una hora podemos apreciar a varios ejemplares en pleno vuelo muy cerca. Perfectamente visible el plumaje, las enormes alas desplegadas y hasta la cresta que poseen en la cabeza. Aprovechando las corrientes de aire caliente que provienen de la parte baja del cañon, planean sin batir las alas y se desplazan en busca de alimento.
La imagen queda realzada por el paisaje de fondo; el cañón con una caída espectacular de más de 1.200 metros en esta zona y el volcán Mismi al otro lado del barranco. La fortuna nos ha sonreído. Hay veces que el cóndor no vuela y el turista tiene que abandonar el cañón sin divisarlo. Hoy no ha sido así.
En los riscos que forman el promontorio donde se levanta el famoso mirador, divisamos un pájaro posado. Con ayuda de los prismáticos (en Perú “alargavistas”) lo confirmamos, se trata de un cóndor. Tomamos posición sobre el muro de piedra y mientras comemos unas galletas tenemos suerte, mucha suerte. Durante una hora podemos apreciar a varios ejemplares en pleno vuelo muy cerca. Perfectamente visible el plumaje, las enormes alas desplegadas y hasta la cresta que poseen en la cabeza. Aprovechando las corrientes de aire caliente que provienen de la parte baja del cañon, planean sin batir las alas y se desplazan en busca de alimento.
La imagen queda realzada por el paisaje de fondo; el cañón con una caída espectacular de más de 1.200 metros en esta zona y el volcán Mismi al otro lado del barranco. La fortuna nos ha sonreído. Hay veces que el cóndor no vuela y el turista tiene que abandonar el cañón sin divisarlo. Hoy no ha sido así.
A las 12.00 llegamos al mismo restaurante del día anterior. Hay turistas que optan por andar hasta el centro de Chivay. Preguntamos por la posibilidad de comer un sándwich. Nos dicen que es factible. Además nos ofrecen el buffet libre por 18 S/. (4,30 €), con la bebida incluida (el día anterior nos cobraron 20 S/. y la bebida aparte). El camarero anota los bocadillos que vamos a tomar. Se empieza a hacer un lío, no tienen pan, manda a alguien a comprarlo al pueblo (a pie, por lo que vimos). En vista de que tardan mucho más de lo normal en servir, y con el hambre que tenemos nos pasamos al buffet. Todos excepto Oscar y Cristina, que pacientemente esperan su sándwich. Cuando los demás estamos casi en los postres, se los traen. Al final, el encargado del local se vuelve a liar, y después echando cuentas, calculo que nos ha cobrado de menos. Bueno, tampoco pasa nada, casi siempre al turista en estos sitios se le cobra de más, por el simple hecho de ser turista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario