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Me despierto temprano, sobre las 05.15 am. No puedo dormir más, cosas del cambio horario, así que decido vestirme y navegar por internet para realizar algunas consultas. En la planta superior del hostal, un huésped dormita en un sillón al lado del ordenador de uso público, así que decido no molestarle. En el ordenador de la planta baja hay más suerte.
Compruebo en un diario digital peruano cómo se han desconvocado los piquetes previstos en la carretera de Ica. Trato de encontrar información de los horarios de los autobuses de Oltursa (http://www.oltursa.com.pe/), hay una salida a las 16.00. Confirmo en la web de mi banco la operación de retirada de efectivo del día anterior; en efecto saco 700 S/. que suponen un cargo de 167,09 € en mi cuenta; un cambio de casi 4,19 soles por euro. Aparte me cobran una comisión de 2 € por la operación. Contando esto, el cambio aplicado queda en 4,14 soles por euro, bastante mejor que en cualquier casa de cambio. Definitivamente compensa retirar soles por medio de cajero automático. Se me une Nacho, que como yo, sufre de sueño ligero y los efectos del cambio horario. Hacemos tiempo hasta hora del desayuno.
Se comienza a servir a las 08.00 am. Consiste en café, pan, mantequilla, mermelada y un plátano. Más que suficiente para comenzar el día. La leche es distinta a lo que acostumbramos en España; más concentrada y densa, por lo que se necesita menos cantidad para el café. Ya preparados y recién desayunados recogemos todo de la habitación y empaquetamos nuestras pertenencias en las “morcillas”; las colocamos en el depósito de equipaje y decidimos salir a dar una vuelta.
Damos un paseo por los alrededores del hostal. Observamos el Pacífico, en la parte baja del acantilado batiendo sus aguas contra la playa. El día, como el anterior, plomizo, gris. Aún no hemos visto el sol en el cielo limeño. Es curioso ver un montón de enormes pájaros negros en tejados, azoteas y farolas. Parecen córvidos pero no acertamos a saber exactamente qué son. Recorremos el puente de los suspiros, por debajo del cual circula una rambla natural. El nombre del puente deriva de los innumerables romances que tuvieron este pintoresco rincón como escenario. Existe una tradición que señala que quien por primera vez vea el puente y lo cruce sin respirar, se le cumplirá el deseo que pida. En sus inmediaciones patrulla un componente del “serenazgo municipal”; según nos cuenta, son civiles, vecinos de la zona, que ejercen una misión de control e información para la ciudadanía y turistas. Van perfectamente uniformados y con el servicio que desempeñan rotulado a su espalda.
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