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Llegamos a una segunda isla que está orientada a mostrar a los turistas la vida de los Uros, casi de la misma manera que un parque temático.
Al desembarcar los nativos pasan el cestillo, el paseo cuesta 5 S/. por persona (1,20 €). Meneleo ya nos había avisado de esta circunstancia. En la isla, que parece un parque temático, hay una torre de observación en el centro, a la que Nacho se encarama para sacar fotos del inmenso lago.
En la isla permanecemos unos quince minutos, tiempo más que suficiente para poder apreciar la forma de vida de sus habitantes, las construcciones, el interior de las casas y una vez más podemos ver a los cuys, animal ya conocido para nosotros.
Debido a la pureza del aire, el lago es particularmente transparente (de 15 a 65 m) con aguas de color azul y la calidad de la luz es excepcional; las montañas que parecen estar muy cerca (se aprecia nítidamente la Cordillera Real de Bolivia), están a 20 ó 30 km del lago.
El nombre del Titicaca se pierde entre distintas acepciones; las más aceptadas son la aymara (gato gris) y particularmente la quechua (Puma de piedra). Según la narración de Meneleo, el lago se formó como consecuencia de la erupción de un volcán de agua que acumulaba líquido bajo la superficie del terreno. En la zona habitaban gran cantidad de pumas, que se vieron desplazados de su hábitat natural al erupcionar el volcán.
Según la leyenda, la civilización inca tuvo su origen en este lago y la versión más extendida cuenta que Mama Ocllo y su hermano Manco Cápac (hijos del sol) surgieron de las gélidas aguas para fundar Cuzco y la dinastía inca. Por este motivo el lago en cierto modo es sagrado para los nativos; al surcarlo la mente parece separarse del cuerpo y abstraerse de todo mientras lo único que puede sentir es ese color azul que lo envuelve todo. Agua y cielo. Casi tres horas de navegación después, desembarcamos en Amantaní, con la conciencia nítida, transparente. El trayecto había desterrado de nuestra cabeza cualquier tipo de pensamiento. Es lo que sucede cuando uno se siente minúsculo ante la inmensidad.
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