lunes, 22 de febrero de 2010

PRÓLOGO

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“Ha llegado un paquete para ti”. Mi madre me entregó un sobre marrón franqueado en correos que llegaba a mi nombre. Yo estaba de baja, en casa de mis padres; mucho tiempo libre por ocupar.
Abrí el paquete. Tenía como remitente a Isabel. En el interior, la guía Lonely Planet de Perú.
Hacía algunos meses que habíamos hablado de la posibilidad de hacer un viaje; el destino: Perú. Había que planificar la ruta por completo puesto que la idea era hacerlo íntegro por nuestra cuenta, sin contar con agencias y mucho menos ser integrantes de un viaje completamente teledirigido.
Pensaba que al final el proyecto quedaría en eso, en un simple proyecto y que no llegaría a tomar forma. Sin embargo, al recibir la guía supe que la cosa se ponía en marcha y delante había mil y una cosas que preparar.
Me sumergí en la lectura de la guía y por extensión en el foro que Lonely Planet tiene en internet (http://www.foro.geoplaneta.com/), en concreto en su sección de América Latina. Buscaba con avidez todo tipo de información que nos ayudara a diseñar un planning de viaje y sobre todo aquellas cosas que era preciso contratar o cerrar con antelación antes del inicio del mismo. A priori Perú parecía un país fascinante, lleno de contrastes y con todo tipo de paisajes y actividades a realizar al alcance de la mano; espectaculares yacimientos arqueológicos, impresionantes selvas amazónicas, las montañas tropicales más altas del mundo, y un interminable litoral desértico, todo ello brindando oportunidades para viajar durante meses. Su variada y acogedora población, su fauna y flora aún más diversificada y algunas de las especialidades culinarias más sabrosas del continente nos esperaban como visitantes.
Fueron siete meses de preparativos, consultas, comparativas, análisis…….Con todo ello, compramos los billetes de avión en el mes de enero (882 €, incluyendo seguro de cancelación y seguro de asistencia en viaje). Volaríamos con AIR COMET (actualmente desaparecida). En principio sólo dábamos este primer paso Isabel, Oscar, Alberto y yo mismo.
Un mes después Cristina, indecisa en un principio, adquiere también su billete y se une a la expedición. En teoría en nuestro mismo avión (debido a un pequeño lío de cambio de horario de nuestro vuelo y un malentendido al final tuvimos que volar separados, Cristina tomaría nuestro vuelo pero justo 24 horas después).
En el mes de marzo, tras mucho meditar y comparar, contratamos el trekking de 4 días y 3 noches del Camino Inca, con llegada final al Machu Picchu. El viaje sería en agosto, temporada alta y se hacía preciso reservarlo con semejante antelación. La agencia elegida, tras recomendación de Cansinoporelmundo (forero en Lonely Planet que nos resultó de gran ayuda) fue CUSCO EXPLORER´S (http://www.incapoint.com/) (330 $ - 235,70 € por cabeza por el trekking, de los cuáles tuvimos que dar como señal 150$ - 107,10 € por persona, a través de PAYPAL, http://www.paypal.es/es, método muy seguro y cómodo).
Aproximadamente dos meses antes del inicio del viaje, un nuevo expedicionario se une al grupo, Nacho. El camino inca ya estaba copado para nuestras fechas, por lo que tuvo que contratar un camino alternativo, distinto al camino inca tradicional, aunque también una opción atractiva; el trekking combinaba las caminatas a pie y la bicicleta de montaña.
Apenas quince días antes de partir, reservamos nuestra estancia en un lodge de la selva, en la zona de Iquitos; la opción elegida fue MUYUNA AMAZON LODGDE (http://www.muyuna.com/). El pago lo hicimos mediante transferencia y consistió en una señal del 10 % del total. Total que ascendía a 1.250 S/. por persona (300 €).
También adquirimos los vuelos internos para desplazarnos por el país, entre Cuzco, Lima e Iquitos, con LAN (http://www.lan.com/) y TACA (http://www.taca.com/), comprados vía web de las compañías aéreas y pagados con tarjetas de débito/crédito desde España.
Nuestra intención hacer la llamada ruta de los gringos, entre Lima y Cuzco, completar el camino inca y disfrutar de una estancia en la selva amazónica. Ya teníamos lo más importante. El resto, aventura y aprender a buscarse la vida en ese país del que por ahora sólo habíamos tenido noticias a través de documentales, o bien por medio de guías de viaje o foros de internet.
En agosto eso iba a cambiar, ¡nos íbamos a Perú!
NOTA. Agosto es temporada alta en Perú y los precios de los alojamientos son más caros en esta época del año. Aunque el cambio de divisas fluctúa diariamente, para confeccionar el blog y poder dar los precios en euros, vamos a suponer las siguientes tasas de cambio, que son aproximadamente las que rigieron durante nuestra estancia en Perú.
1 € (euro) = 4,20 S/. (soles)
1 € (euro) = 1,40 $ (dólares americanos)

MADRID-LIMA

Viernes, 14/08/2009
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Oscar, Alberto y yo llegamos a la T-1 de Barajas a eso de las 19.30. Nuestro primo Maky (Horton para los más íntimos) tuvo el detalle de acercarnos en su coche al aeropuerto. Nada más llegar buscamos un carrito con ruedas para no tener que cargar con los bultos del equipaje. Cada mochila iba dentro de una bolsa de color negro con forma cilíndrica, que habíamos comprado en el Decathlon. Estas bolsas permiten llevar las mochilas cubiertas, evitar enganches de sus correas y también actúan como impedimento ante posibles hurtos en sus múltiples bolsillos. Además, estas bolsas disponen de asas para el transporte cómodo y de una prolongación de tela que aumenta el volumen de su capacidad, lo que nos resultó de gran utilidad a lo largo del viaje.
Nos dirigimos al mostrador de Air Comet. Pensamos, ilusamente, que con tanta antelación (nuestro vuelo tenía como hora de salida las 23.45 pm) a lo mejor teníamos opción de elegir buenos asientos. Al poco rato de llegar a la cola marco el número de Isabel en el móvil. Ella y Nacho estaban desplazándose desde la T-4 hacia la T-1 en el bus gratuito de AENA. Se reúnen con nosotros en la facturación de Air Comet. Cualquier mostrador es válido, así que el tema va rápido y en 5 minutos hemos cumplimentado el trámite del equipaje; nos tocan 4 asientos centrales y uno más en una de las filas laterales. Con nosotros se queda una pequeña mochila como equipaje de mano. Respiramos aliviados. Durante esa quincena había programadas huelgas en Air Comet por falta de pago de nóminas a empleados de tierra; nosotros nos libramos del entuerto y no nos afectó.
Por delante, varias horas de espera hasta el despegue. Cristina, llegaba en un rato a la T-2, desde Mallorca. Ella no iba a volar con nosotros hacia Lima; su avión (debido a que compró el billete más tarde y hubo una confusión de fechas, y también con motivo de la huelga) salía el domingo a las 8 de la mañana. No obstante, Nacho hace un intento y pregunta en el mostrador de información de Air Comet si habría posibilidad de cambiar el vuelo de Cristina para que viajara con nosotros. Nos informan de que nuestro vuelo está completo; de todos modos nos dicen que si queremos podemos intentarlo a última hora; facturar el equipaje y ver si alguien se cae de la lista justo antes de embarcar.
Como no hay nada más que hacer, nos vamos a la T-2 dando un paseo y mientras esperamos a Cristina nos tomamos el bocata que llevamos en las mochilas de mano. Mientras tanto observamos un tanto atónitos como un hombre pasea a su mascota atada a una correa por la zona; se trata de un hurón, crea furor entre los niños. En las pantallas confirmamos que el avión de Cristina está en tierra. Un rato después aparece por la puerta que da al terminal de viajeros. Le explicamos que vamos a intentar que vuele con nosotros y nos dirigimos hacia los mostradores de Air Comet. Comienzan las peripecias: un señor intenta la misma jugada. Al parecer viaja a Lima, al funeral de su padre, y sacó el billete para el día siguiente, pero en esas condiciones no llega al sepelio, así que trata de colarse en nuestro avión; su mujer, histérica, no hace más que clamar indignada contra el personal de tierra de la compañía aérea. Nos confirman que no quedan plazas, pero que a lo mejor (a veces dicen que pasa) alguien se despista y no llega a embarcar en hora. Facturamos la mochila de Cristina, si no consigue volar con nosotros ya tendrá su equipaje facturado para el domingo. Son las 22.15.
Pasamos el control de seguridad. Cristina, como no tenía pensado volar esa noche, traía dos frascos de mermelada casera desde Mallorca. Le obligan a dejarlos en seguridad o no pasa el control; la mujer encargada del detector de metales comenta que se los guarda, siempre y cuando vuelva a por ellos antes de las 23.15, cuando acaba su turno. Sugiero comernos la mermelada, por si acaso, y así no “desperdiciarla”. Me ignoran.
Hacemos tiempo en la sala de embarque y escuchamos por megafonía las llamadas a los pasajeros que aún no han confirmado su presencia en el vuelo. Al principio llaman a 8; hay esperanzas de que alguno falle. Luego repiten la llamada y sólo quedan 6. Otra llamada más y únicamente reclaman a 4 personas que faltan en la lista. Nos llega el turno y tenemos que separarnos de Cristina. Ella esperará hasta última hora por si hay suerte. Pasamos el control y tomamos el bus que nos lleva a pie de pista.
 
Embarcamos, nos reciben las azafatas con el traje de gala. Nos estamos acomodando en nuestros asientos cuando Isabel recibe un SMS. Cristina no ha tenido suerte; no quedaban plazas. El señor que iba al entierro tampoco ha resultado “afortunado”. Cristina tendrá que volar el domingo sola, y para colmo se ha quedado sin sus frascos de mermelada (lástima no haber dado buena cuenta de ellos cuando pudimos). Nos acoplamos en la fila central de 4 asientos Oscar, Alberto, Isabel y yo. Nacho viaja solo en la fila de detrás pero en el bloque lateral de asientos.
Son las 23.40, con una antelación de cinco minutos sobre la hora prevista de salida encaramos la pista y despegamos. Por delante, doce horas y media de vuelo. Ya estábamos camino de Lima.

LIMA - Parte I

Sábado, 15/08/2009
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El avión es moderno, muy nuevo y cuenta con un sistema multimedia de última generación con pantalla individual para cada viajero. A disposición del mismo películas, juegos, series….Evidentemente no era gratis, 7 euros por el uso ilimitado del sistema. Como volamos durante toda la noche lo mejor será dormir, para llegar a Lima lo más frescos que podamos. Cuando hemos cogido altura y velocidad crucero las azafatas (ahora ataviadas con otro traje distinto, el de faena) comienzan a servir la cena. No esperábamos mucho de ella, así que no resultó decepcionante: un poco de ensaladilla rusa, algo que parecía pescado o pollo en salsa (no nos poníamos de acuerdo sobre el tema) y gelatina de postre. Después de esto, a dormir o intentarlo al menos. Usamos las almohadas inflables para el cuello compradas para la ocasión y una pastillita para coger sueño de manera más rápida. Logramos dormir gran parte de la noche. Ya hemos atrasado el reloj, en Perú, siete horas menos.

La noche transcurre entre cabezada y cabezada, hasta que aproximadamente dos horas antes de aterrizar nos sirven el desayuno; un poco de café, media luna con jamón de york y un trozo de bizcocho. Las azafatas comienzan a repartir los formularios correspondientes a aduana y estancia en el país. Tenemos algún contratiempo al pedir más formularios; una azafata muy “atenta” pasa de nuestro requerimiento. Curiosamente la misma azafata que me ignoró al pedirle un té en el servicio de desayuno. Con gente así de maja da gusto. En fin, rellenamos los formularios y a esperar el aterrizaje.

Éste se produce, inusualmente, con un adelanto de más de media hora. El aeropuerto de Lima es el Jorge Chávez, y lo primero que nos impacta es ver que todo el personal del mismo emplea mascarillas; cosas de la fobia que, intencionadamente, la prensa y los gobiernos han desatado alrededor de la gripe A.

Pasamos el control de pasaportes en poquísimo tiempo, aquí nos dan un resguardo del formulario que hemos rellenado y que hay que custodiar hasta salir del país, en ese momento lo tienes que devolver. Desconocemos las consecuencias de perderlo, así que a buen recaudo con el resto de documentación.

De aquí a las maletas. Hasta ahora Air Comet (compañía low cost) no nos había dado problemas, rezamos para que todos los equipajes hayan llegado a Lima. Y tenemos suerte. Recogemos las “morcillas” (término con el que bautizamos nuestras bolsas-funda para las mochilas por su aspecto exterior). Dos carritos para cargarlas y a pasar por el control de aduanas. Entregamos un segundo formulario y atravesamos el arco aleatorio que decide sin ningún criterio cuando el semáforo se pone rojo y te chequean más “exhaustivamente”. Oscar no tiene suerte, luz roja para él. Un chequeo extra que lleva un minuto. Ahora ya estamos todos fuera. Cruzamos la puerta que da al vestíbulo del público en general, y comienza el asalto a nuestro grupo, nos ofrecen servicio de taxis.

Como hemos reservado alojamiento para la primera noche, también le solicitamos servicio de taxi para que nos recoja en el aeropuerto. No queremos aterrizar en Perú y tener un problema a las primeras de cambio. Al ser cinco personas (y con bastante equipaje) hacen falta dos vehículos. El precio por cada coche, 45 S/. (10, 70 €). Más que el precio normal, pero para ser la primera vez que cogemos un taxi en Perú no arriesgamos. Lima es desconocida por ahora, y una ciudad con 8 millones de habitantes (segunda ciudad más grande del mundo ubicada en un desierto), dividida en más de 50 barrios con zonas de chabolas que la relacionan con el subdesarrollo, impone un cierto respeto.

En el aeropuerto se pueden coger dos tipos de taxi. Los oficiales, que tienen licencia para acceder a zona de acceso de la terminal de viajeros, y que te pueden cobrar del orden de 60 S/. (unos 14,30 €) por una carrera al centro. Los no oficiales, los hay a miles, y son aquellos que no pueden acceder al interior del aeropuerto a recoger a viajeros (si a dejarlos); puedes tomar uno de esto saliendo del parking del aeropuerto, en la Avenida Elmer Faucett. El precio de las carreras puede variar entre 10-15 S/. (unos 2,40-3,55 €) al centro, y unos 25-30 S/. (unos 5,95-7,15 €) a los barrios de Barranco o Miraflores.

La opción a tomar está clara; y hay que tener en cuenta que casi siempre es preciso regatear para obtener estos precios, de primeras los taxistas no los ofrecen.

A nosotros nos están esperando con un cartel, que indica mi nombre (yo hice la reserva) y el nombre del alojamiento, el Barranco Backpacker´s Inn http://www.barrancobackpackers.com//, como su nombre indica ubicado en el barrio de Barranco, a orillas del Pacífico.

Los taxistas son dos hermanos, Miguel y John. Preguntamos por un cajero BCP o del Banco de la Nación (nos habían comentado que eran los que no cobraban comisiones por duplicado). En el aeropuerto sólo vemos cajeros amarillos de Globalnet, éstos nos los habían desaconsejado. Nos indican que camino al hostal pararemos en uno BCP para sacar efectivo.

Salimos del edificio de la terminal y nos dirigimos a la izquierda. Al abandonar el parking del aeropuerto, dejamos los carritos portaequipajes y cargamos todo en los taxis, que nos esperan fuera del recinto. Lo primero que llama la atención es que son vehículos muy antiguos y que en el maletero llevan una botella de gas con la que se propulsan.

Al poco tiempo de salir del aeropuerto paramos en un cajero BCP. Es hora de probar la tarjeta de débito de ING. Saco efectivo, el máximo permitido por operación es de 700 S/. (167,09 €, depende del cambio diario entre divisas, para consultarlo http://www.xe.com/ucc/). Con esto de momento tenemos para pagar los taxis y empezar a movernos por Lima, volvemos a los coches y reanudamos la marcha. El trayecto discurre en su mayor parte paralelo a las playas del Pacífico, por la costanera o carretera de la costa; apenas tardamos 25-30 minutos, es sábado, es temprano y la gente aún duerme.

LIMA - Parte II

Sábado, 15/08/2009

Llegamos al hostal a las 6.15 am. El precio para los 5 por una noche en una habitación para todos nosotros, con baño privado y vistas al mar, es de 66 $, (unos 47 €). El precio incluye el desayuno La reserva la hicimos por Internet y a través de la web del hostal; a pesar de ser cinco personas cogimos la habitación completa, que tenía 6 plazas, por lo que tuvimos que pagarla íntegra (11 $ por persona).
Como es tan temprano nuestra habitación todavía está ocupada (hasta las 12.00 am), así que nos registramos y dejamos las “morcillas” en un depósito para equipajes, ubicado en el patio. Nos atiende Betty que nos da un plano de la zona (y del centro de Lima) y nos indica el supermercado más cercano y una serie de locales donde poder comer algo caliente.

Salimos del hostal y comprobamos que se ubica en una calle muy tranquila con vistas a los acantilados que dan al Pacífico. El cielo está nublado y comprobamos de primera mano lo que los limeños conocen como garúa, esa especie de niebla baja que deja pasar la luz del sol de forma mortecina. La temperatura agradable, 16 ºC. Caminando pasamos por la calle principal de Barranco, el Museo de la Electricidad, vemos el Puente de los Suspiros y nos dirigimos al Supermercado Metro que nos habían indicado en el hostal. Hasta las 09.00 no abren. Decidimos meternos en un local a desayunar. Estamos hambrientos, cosas del cambio horario, así que pedimos bocadillos de carne, de salchicha, sándwiches calientes y para beber Incakola (bebida gaseosa típica de Perú de color amarillo y sabor a gominola). También pedimos café; lo sirven en jarras enormes y más bien tiene el aspecto de leche manchada. La comida nos sabe a gloria, está rica y además tenemos hambre. Pagamos la factura, 42 S/. (unos 10 €) por todo, a modo de ejemplo, la Incakola botella de 1.5 litros cuesta 5,5 S/. (1,30 €).

Sigue siendo muy temprano y falta rato para que abra el supermercado. Damos una vuelta por los alrededores. Paseamos por la Avenida Grau, Avenida Bolognesi y el Pasaje Sánchez Carrión (zona de marcha nocturna de Barranco). Localizamos un locutorio desde donde llamamos a España (0.50 S/. por minuto a un móvil español, y 0,30 S/. por llamar a un fijo de España, al cambio 0,12 y 0,05 €, respectivamente) para confirmar que estamos sanos y salvos. Intentamos buscar un cajero de BCP pero no lo conseguimos localizar. Curioseamos en las tiendas locales y en los puestos callejeros de comida donde venden tamales, bocadillos de cebolla, pollo y condimentos envueltos en una hoja de maíz (choclo, como se llama en Perú).

Son las 09.00 am. El supermercado debe estar abierto, nos encaminamos allí y adquirimos productos de aseo, algunas galletas y dulces para picar, agua y Nacho adquiere lo que parece ser una chirimoya para comprobar el sabor de la fruta local. A la salida del super, paramos en una tienda de comestibles (especie de ultramarinos) y compro 5 plátanos (1,80 S/. o lo que es lo mismo, 0,45 € por casi un kilo).

Llegamos al hostal, las habitaciones siguen ocupadas así que decidimos coger algunas cosas de la “morcilla”, equiparnos y tomar dirección al centro de Lima para hacer un poco de turismo. Hacemos uso de la cocina común del hostal y Nacho prueba la chirimoya, que resulta ser una guanábana (fruto oriundo de Perú muy similar a la chirimoya). De todos modos, definitivamente la fruta aquí tiene un sabor distinto, está buenísima. Chris, dueño del hostal, nos indica donde coger un taxi y cuanto hemos de pagar por él; máximo 12 S/. (unos 2,85 €) por un trayecto hasta el centro, y nos deben llevar a los 5 en el coche!!! Esto en teoría no se puede hacer, porque acarrea sanción, pero muchos taxistas lo ignoran y asumen el riesgo de ser multados.

Así lo hacemos, paramos un par de taxis en la Avenida Grau, y después de regatear lo conseguimos; trayecto hasta la plaza de Armas por 12 S/., nos lleva a los cinco.

El taxi lleva una reja metálica que protege todo el espacio del piloto; su conductor nos explica que ha sido atracado varias veces y así protege su integridad para evitar agresiones. Durante el trayecto nos va parando para que apreciemos y saquemos fotos de algunos lugares y edificios importantes, el estadio Nacional de Lima, paradas en sitios inverosímiles, obstruyendo el tráfico, lo que nos hace pensar que conduciendo por Lima todo vale.

Llegamos a la plaza de Armas y pagamos, le damos 3 S/. extra de propina por las molestias que se ha tomado al servirnos de guía turístico.

Lima fue fundada por Francisco Pizarro en 1535, famoso conquistador extremeño oriundo de Trujillo (Cáceres). En 1746, un terremoto devastó la mayor parte de la urbe, y casi todos los edificios coloniales que aún quedan en pie datan de después del terremoto.

LIMA - Parte III

Sábado, 15/08/2009

La plaza de Armas (también llamada plaza Mayor) es gigantesca en cuanto a dimensiones. En uno de sus laterales la catedral (reconstruida tras el terremoto de 1746 y que alberga los restos de Francisco Pizarro) y el palacio arzobispal (relativamente moderno, del siglo pasado) con sus balconadas de madera, al lado contrario el ayuntamiento y en otro costado el Palacio de Gobierno, residencia del presidente de Perú, con un enorme patio enrejado. Ya no queda ninguno de sus edificios originales; lo más antiguo que se conserva es la impresionante fuente de bronce del centro. Batallones de policía y militares con escudos antidisturbios ubicados en cada esquina de la plaza tratan de imponer respeto y mantener el orden en la zona. Nos sacamos una foto junto a ellos. Nos dirigimos hacia la zona de la estación y el monasterio de San Francisco, famosos por sus catacumbas y su admirable biblioteca. Preguntamos por las visitas guiadas a las catacumbas. En 10 minutos sale la próxima, compramos los tickets, 5 S/. (1,20 €) por persona. Aprovechamos y entramos a curiosear en la iglesia, tiene un estilo barroco con influencias moriscas. Volvemos al monasterio y se inicia el tour. El recorrido nos lleva por el coro, la biblioteca (impresionante, con miles de textos antiguos), el claustro y finalmente se baja a las catacumbas. El lugar, para quien padece de claustrofobia, puede ser insufrible. Galerías estrechas de techos bajos y con gran humedad, donde enormes criptas son rellenadas por montículos de huesos (se calcula que en las catacumbas descansan 70.000 cadáveres), todos ellos perfectamente apilados y ordenados. Después de un recorrido de unos 20 minutos volvemos a la superficie y se agradece ver de nuevo la luz del día, aunque sea esa luz mortecina y nebulosa que envuelve Lima.


Volvemos paseando hacia la plaza de Armas y cuando llegamos ya ha comenzado el cambio de guardia en el patio del Palacio de Gobierno. Se hace cada día a las 12.00 pm, y consiste en el relevo de los militares que custodian la entrada al edificio. Se acompaña de música y es una maniobra marcial y acompasada que agolpa a gran cantidad de curiosos en la zona. Paseamos por la zona central de la plaza de Armas observando la fuente de bronce que preside el centro de la misma y decidimos entrar en una agencia de viajes próxima para obtener información de buses hacia Ica. Tanteamos la posibilidad de alquilar una "van" privada pero resulta muy caro así que tomamos direcciones y números de teléfono de dos compañía de buses.

 



Salimos a la calle y paramos un taxi. Pedimos que nos lleve a la terminal de Soyuz. Después de regatear dice que nos cobra 10 S/. (unos 2,40 €) por el trayecto. El taxista se llama Roberto y pronto nos damos cuenta de que es un tipo peculiar. Con sentido del humor nos va contando algunos pormenores de la vida diaria limeña, ya que en el trayecto hemos de atravesar barrios populosos como La Victoria y Jesús María. Aquí es donde apreciamos de manera cercana el día a día de la gente de Lima. Las calles se abarrotan de gente, puestos callejeros, actividad incipiente y un tremendo colorido lo inunda todo. Roberto también nos muestra que en Lima si quieres girar a la izquierda en un cruce has de tener arrojo y valentía y lanzarte hacia la marea de coches que vienen en sentido contrario, sacar la mano por la ventanilla y pedir paz y paso a los pacientes conductores, que acostumbrados al maremágnum diario acaban por ceder. ¿Acaso les queda otra opción?.

Llegamos a Soyuz. Preguntamos los precios de los billetes a Ica, 22 S/. (unos 5,25 € por un trayecto de 300 Km.). Nacho conversa con los agentes de seguridad que hay en el acceso al patio donde aparcan los buses. Durante la semana ha habido problemas por piquetes en la zona de Ica; gente que protestaba por la falta de cobro en los subsidios que el gobierno peruano había prometido a raíz del terremoto de hace un par de años en la zona. Quiere comprobar de primera mano la calidad de los buses, así que le dejan acceder. Los autobuses eran más o menos de la época en la que él iba al colegio; principios de los 70. Decidimos mirar más opciones. Guardamos Soyuz (http://www.soyuz.com.pe/) en la recámara; un punto a su favor es que los buses tienen una frecuencia de salida de 15 minutos.

Roberto nos espera en la puerta con el taxi, como nos ha caído simpático le decimos que nos muestre más cosas de la vida popular de Lima y alquilamos sus servicios por un rato más. Nos muestra edificios, iglesias, restaurantes, ubicación del puesto callejero de anticuchos más famoso de Lima (la señora Doña Julia), puestos de venta de dulces y nos señala socarronamente hasta una comitiva de personas de color trajeadas (llamados zambos en Perú) que trabajan como enterradores y van en busca del “cliente”.



LIMA - Parte IV

Sábado, 15/08/2009
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Antes de despedirnos de Roberto nos advierte para que no exhibamos las cámaras de fotos y de vídeo por la calle; no hay tanta seguridad como en las zonas más turísticas y puede resultar problemático hacerlo. Nos dirigimos a comer, a un restaurante llamado Mary, recomendación de Roberto. Son casi las 14.30 y el sitio está abarrotado, no hay mesa. Nos indican que tienen un segundo local a dos cuadras, nos vamos para allá. Aquí hay más suerte.

Pedimos cerveza del país, Cusqueña, en botellas de 640 ml. (6 S/.-1,45 euros). La bebida no se debe pedir fría, te la sirven del tiempo, hay que pedirla helada, para que esté fría de verdad. Pedimos comida tradicional; seco de cabrito con frijoles, pato con arroz, jalea (fritura de pescado y marisco) buenísima!!, y chicha morada de postre. La cuenta 100 S/. (unos 23,80 € por comer 5 personas).
Después de llenar la andorga, parada en un cajero BCP para que el resto del grupo saque efectivo, nos metemos en un locutorio para llamar a Cristina, que todavía se encuentra en España para confirmar el horario de llegada de su vuelo y asegurarnos de que no ha habido variaciones. A continuación nos acercamos a un puesto de repostería típica de Perú, “El puntito Dulce”; probamos la mazamorra morada con arroz con leche, el arroz zambito, el suspiro limeño y el champú (postre caliente hecho con guanábana) y una especie de engrudo con trozos de frutas, todo por 12,50 S/. (unos 3 €)...y la verdad un poco raro... Paseamos por la zona y descansamos en un banco del Parque Jesús María. Es sábado por la tarde y gran cantidad de gente aprovecha para salir a la calle y relajarse. Tomamos un helado en uno de sus bancos, me siento en el respaldo del mismo y se me acerca un agente uniformado, perteneciente al “serenazgo municipal”, para llamarme la atención. Está prohibido hacer eso, así que me bajo inmediatamente.

Buscamos taxi para volver a Barranco, 12 S/. (unos 2,85 €). Ocupamos nuestra habitación, en la planta superior del hostal, con vistas al mar, dotada de tres literas y un baño propio con abundante agua caliente. El hostal es una casa enorme, de dos plantas, con el comedor, el hall, la cocina y el patio en la planta baja y una planta superior donde están la mayor parte de las habitaciones: en cada planta un ordenador con acceso a internet gratuito.

Queremos ir a cenar a “La Rosa Náutica” (http://www.larosanautica.com/), restaurante situado en Miraflores. Hablamos con Leonora, empleada del hostal, que amablemente nos hace la reserva por teléfono para las 21.30. A través de internet dejamos atado el hostal en Lima para nuestra última noche en el país, a la vuelta de la selva.

Antes de partir hacia “La Rosa Naútica” pasamos por un locutorio y hacemos unas gestiones telefónicas para encontrar alojamiento y contratar una excursión para el día siguiente en Ica. Lo dejamos cerrado.

Coger un taxi de Barranco al restaurante (ubicado en Miraflores) nos cuesta 10 S/. (unos 2,40 €) por llevarnos a los cinco. “La Rosa Naútica” es un famoso restaurante ubicado en un edificio fabuloso, al final del muelle histórico de la playa Costa Verde. Construido sobre una estructura que se erige unos 100 metros playa adentro, bajo la que discurren las olas, y adonde se llega caminando por un puente de madera. El restaurante emerge de las aguas apoyado en una red de pilotes, es realmente romántico, por si a alguien le interesa el dato... Tiene dos plantas y enormes cristaleras para que mientras comes aprecies el Pacífico y el barrio de Miraflores iluminado. Durante el día es posible observar a los surferos que tratan de cabalgar sobre las olas, pero creo que cenar es el mejor momento para hacerle una visita y comer con el olor y el sonido del oceano. La temática del restarurante, productos del mar. Recorremos los 100 metros del muelle a pie hasta llegar a la entrada del edificio.

Nada más acceder nos damos cuenta de que es un sitio dónde se mueve la gente de más nivel económico de Lima. Nos sentamos y pedimos un Pisco Sour (cocktail típico de Perú a base de pisco-aguardiente de uvas-, clara de huevo batida, zumo de limón, jarabe de goma y unas gotas de angostura y que nos acompañarán durante toda nuestra estancia en Perú). Está buenísimo, un digno competidor del famoso mojito cubano.... Cenamos una parrillada de marisco, ceviche de corvina, causa limeña con langostinos, conchitas parmesanas y chicharrones de calamares con salsa tártara y ají. Todo regado con vino de la tierra y de postre alfajores y chocolate helado. Todo para los 5 por 360 S/. (unos 85,70 €, 17,15 € por persona, de risa!!!!). El precio para lo que se estila en España, es ridículo porque el sitio, insuperable, y la comida, excelente, son de calidad superior.

Ahora toca coger un taxi de vuelta; los aparcacoches intentan vendernos el servicio por 30 S/. Paramos un taxi de los que pasan por la carretera de la costa y negociamos, 12 S/. (unos 2,85 €) por llevarnos de vuelta a los cinco a Barranco. Al llegar nos percatamos de que realmente estamos muy cerca de la zona de marcha nocturna del distrito. Oleadas de gente inundan la calle. Alberto y Nacho deciden darse una vuelta por el Pasaje Sánchez Carrión para comprobar el ambiente que reina en el lugar. El resto, cansados por el largo día, volvemos al hostal. Apenas a dos minutos andando del centro del meollo de la vida nocturna de Barranco, pero totalmente ajeno a ella, sin ruidos ni molestias para poder descansar.

En el hostal, Leonora junto a un grupo de huéspedes extranjeros toman Piscos y tocan la guitarra; nos invitan a tomar uno. Ya es demasiado para nosotros por hoy, nos vamos a descansar.

LIMA-ICA-HUACACHINA - Parte I

Domingo, 16/08/2009
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Me despierto temprano, sobre las 05.15 am. No puedo dormir más, cosas del cambio horario, así que decido vestirme y navegar por internet para realizar algunas consultas. En la planta superior del hostal, un huésped dormita en un sillón al lado del ordenador de uso público, así que decido no molestarle. En el ordenador de la planta baja hay más suerte.
Compruebo en un diario digital peruano cómo se han desconvocado los piquetes previstos en la carretera de Ica. Trato de encontrar información de los horarios de los autobuses de Oltursa (http://www.oltursa.com.pe/), hay una salida a las 16.00. Confirmo en la web de mi banco la operación de retirada de efectivo del día anterior; en efecto saco 700 S/. que suponen un cargo de 167,09 € en mi cuenta; un cambio de casi 4,19 soles por euro. Aparte me cobran una comisión de 2 € por la operación. Contando esto, el cambio aplicado queda en 4,14 soles por euro, bastante mejor que en cualquier casa de cambio. Definitivamente compensa retirar soles por medio de cajero automático. Se me une Nacho, que como yo, sufre de sueño ligero y los efectos del cambio horario. Hacemos tiempo hasta hora del desayuno.
Se comienza a servir a las 08.00 am. Consiste en café, pan, mantequilla, mermelada y un plátano. Más que suficiente para comenzar el día. La leche es distinta a lo que acostumbramos en España; más concentrada y densa, por lo que se necesita menos cantidad para el café. Ya preparados y recién desayunados recogemos todo de la habitación y empaquetamos nuestras pertenencias en las “morcillas”; las colocamos en el depósito de equipaje y decidimos salir a dar una vuelta.
Damos un paseo por los alrededores del hostal. Observamos el Pacífico, en la parte baja del acantilado batiendo sus aguas contra la playa. El día, como el anterior, plomizo, gris. Aún no hemos visto el sol en el cielo limeño. Es curioso ver un montón de enormes pájaros negros en tejados, azoteas y farolas. Parecen córvidos pero no acertamos a saber exactamente qué son. Recorremos el puente de los suspiros, por debajo del cual circula una rambla natural. El nombre del puente deriva de los innumerables romances que tuvieron este pintoresco rincón como escenario. Existe una tradición que señala que quien por primera vez vea el puente y lo cruce sin respirar, se le cumplirá el deseo que pida. En sus inmediaciones patrulla un componente del “serenazgo municipal”; según nos cuenta, son civiles, vecinos de la zona, que ejercen una misión de control e información para la ciudadanía y turistas. Van perfectamente uniformados y con el servicio que desempeñan rotulado a su espalda. 

 
En nuestro recorrido atravesamos una zona de cafeterías y locales, cuando nos dirigimos hacia un mirador que da directamente a la playa. Grupos de turistas se esmeran en capturar con sus cámaras imágenes curiosas.
 

Nos encaminamos hacia la Avenida Bolognesi, donde nos indican que se puede coger un autobús que nos lleve al centro de Lima. El coste es de 1,50 S/. por persona (0,35 €), para un trayecto de unos 40 minutos. El autobús en antíquisimo, prácticamente una reliquia. Es llamativo ver como vendedores ambulantes se montan en el bus y tratan de venderte una especie de libros o folletos, con todo tipo de temáticas; cocina, educación. Pensábamos que nadie compraría nada, pero nos sorprende ver que las ventas existen. Otro dato curioso es que todos los puentes situados sobre la vía rápida que atraviesa Lima están rotulados con su nombre; una magnífica forma de ubicarse con precisión.

LIMA-ICA-HUACACHINA - Parte II

Domingo, 16/08/2009
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El bus nos deja cerca del centro, aunque a algunas cuadras de la plaza de Armas. Pasamos por la Iglesia de la Merced, con una fachada que desentona con el entorno; precisamente por eso llama la atención. Isabel se da cuenta de que le han abierto la mochila, por fortuna no le falta nada. Habrá que estar atentos, la zona parece propensa a dar disgustos de este tipo, es zona de “choros” (rateros en la jerga local). Paseando por el centro podemos contemplar las fachadas de algunas casas coloniales. Choca ver el desconocimiento de la policía local de su propia ciudad; preguntamos por varios sitios y dicen no saber dónde están. Al consultar el plano de la Lonely comprobamos que se ubican apenas a cien metros de donde se encontraba el policía interrogado.
Llegamos de nuevo a la omnipresente plaza de Armas, atravesamos su vasta superficie y salimos por la calle opuesta, justo a la derecha de la fachada principal de la catedral; nuestro destino es el barrio chino. 
Siguiendo las indicaciones de los lugareños, siempre dispuestos a ayudar, tardamos unos 15 minutos en llegar. Podemos divisar una especie de pórtico enorme con motivos orientales que inequívocamente marca la entrada al lugar. Pero justo antes de llegar nos topamos con el acceso a un mercado de abastos tradicional, así que decidimos entrar a curiosear para ver cómo la gente de a pie hace sus compras del día a día.
Impacta ver la suciedad reinante en el lugar y la cantidad de moscas que sobrevuelan la zona de carnes y pescados. La distribución es ordenada, en tanto en cuanto se reparten por áreas los comerciantes del mismo ramo: existen ubicaciones diferenciadas para el pescado, la carne, la casquería, la fruta, la verdura, productos de limpieza, incluso un espacio donde se acumulan puestos de comida, del que hacen uso sobre todo los propios comerciantes del mercado. Curioseamos por las dos plantas del edificio y preguntamos nombres de algunos pescados que nos resultan desconocidos y de frutas también extrañas para nosotros, aunque habituales para la región.
Dejamos el concurrido mercado y accedemos al barrio chino. Consta de una calle principal, peatonal donde sobre todo abundan las famosas “chifas”. Son restaurantes eclécticos con larga tradición que fusionan la comida oriental con toques de la cocina peruana. Los escaparates ofrecen visiones de todo tipo de animales asados o listos para asar; patos, cerdos, corderos… Más allá de esta calle principal el barrio abarca algunas cuadras más. Es la hora de comer así que optamos por hacerlo en una chifa tradicional. Pedimos pollo agridulce crujiente (no había probado uno tan bueno antes), arroz y tallarines con verduras y lomo saltado, cerveza (en esta ocasión nos sirven Cristal) para beber y alguna Incakola. Las raciones que nos sirven son familiares y el tamaño es bastante grande, así que no necesitamos pedir más. 

Mientras preparan la comida, justo al otro lado de la calle divisamos un locutorio Isabel y yo nos acercamos. El objetivo es llamar a Oltursa para preguntar si hay plazas en el bus para Ica y llamar al aeropuerto para confirmar la hora de aterrizaje en Lima del avión de Cristina, nos indican que lo hará a las 14.15. Para el autobús hay plazas, pero no se pueden reservar, hay que hacerlo en la propia terminal de Oltursa. A Cristina aún le queda un rato; tiene que tomar tierra, recoger el equipaje y cumplimentar todos los trámites del aeropuerto.
Volvemos al restaurante; menos mal que nos hemos dado prisa, ya han servido la comida y el resto devora el contenido de los platos. Pagamos la factura, todo por 61 S/. (unos 14,50 € por comer los cinco), y salimos a la bulliciosa calle. Iniciamos el retorno hacia la plaza de Armas por una calle distinta por la que llegamos al barrio chino. Paramos en una tienda de dulces para tomarnos algo típico; pañuelo de hojaldre relleno de manjar (dulce de leche, muy habitual en toda la bollería local), conito de manjar, pastel dulce de choclo (maíz), pionono, y alfajor. Se paga en caja primero y luego con el ticket se pide en el mostrador. Todo por 12,50 S/. (unos 3 €).

LIMA-ICA-HUACACHINA - Parte III

Domingo, 16/08/2009
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Continuamos nuestro trayecto en busca de la plaza de Armas. Desde un locutorio volvemos a llamar a Cristina que ya ha aterrizado y se encuentra ocupada en el trámite del papeleo del aeropuerto. El plan es dividirnos en dos grupos; uno recogería el equipaje en el hostal y el otro a Cristina en el aeropuerto. Con esa intención paramos varios taxis; algunos no quieren llevar a cinco personas (es ilegal) y otros no quieren ir al aeropuerto. Uno de ellos dice que nos lleva, montamos y cuando estamos todos subidos dice que no “puede el carro”, que es mucho peso y que nos bajemos.
Conseguimos llamar la atención de otro taxista, este sí que accede. Le explicamos la ruta y que pretendemos alquilar sus servicios por todos los trayectos, en principio está de acuerdo (todo por 50 S/.-11,90 €). Nos cuenta que es informático y que gana 900 S/. al mes (unos 215 €). Se saca un sobresueldo conduciendo el taxi los fines de semana y alguna tarde; esto es muy habitual en Lima, gente que emplea su coche particular pagando la correspondiente licencia y permiso para ejercer como taxistas.
Llegamos al primer destino, terminal de Oltursa. Isabel, Nacho y yo compramos los billetes que pagamos en efectivo; 55 S/. por desplazarnos de Lima a Ica en asiento semi-cama (unos 13,10 € por cada uno, para un trayecto de 300 Km.). Oscar y Alberto esperan fuera con el taxi. Cuando salimos el taxista dice que no puede llevarnos a Callao, que es el distrito en el que se encuentra el aeropuerto, que su licencia no es válida para entrar allí (lo podía haber dicho antes). Decidimos llamar a Cristina con un móvil para decirle que tome un taxi y llegue hasta la terminal de Oltursa, que como mucho pague 25 S/. por la carrera (unos 5,95 €) y que lo contrate fuera de la terminal de viajeros, para evitar los oficiales, que son más caros.
Mientras Oscar y Alberto se marchan con el taxista a Barranco con dos objetivos; comprar algo de comida y agua en el super para hacernos unos bocadillos para la cena en caso de que así fuera necesario y recoger las “morcillas” del hostal. Acordamos el precio con el conductor porque las condiciones han cambiado; lo recorrido hasta ahora más ir y volver a Barranco desde la terminal de Oltursa por 25 S/. (unos 5,95 €).
Isabel, Nacho y yo nos quedamos en la terminal de buses esperando a Cristina y la vuelta de Oscar y Alberto (sólo vamos 2 personas a por el equipaje para que luego quepa todo en el coche a la vuelta). En información preguntamos por los billetes de bus para el trayecto Nazca-Arequipa del día siguiente. Se puede hacer una prerreserva pero hay que abonarlos antes de las 14.00 pm del día siguiente; los reservamos. No tenemos claro si nos dará tiempo a volar en avioneta por la tarde sobre las líneas de Nazca, así que no sabemos si podremos viajar por la noche a Arequipa.
Al final el horario de salida del bus no es las 16.00 pm como indicaban en la web. Han retrasado la salida diaria de ese servicio a las 17.00 pm, con lo que hay margen de sobra para que lleguen nuestros compañeros.
Simultáneamente llegan Cristina por un lado, Oscar y Alberto por otro, con equipaje y víveres para emergencias. Cristina nos confirma que el taxi le ha cobrado 25 S/. y que personal del aeropuerto le ayudó a abordarlo. Pasamos en control de seguridad que es estricto; revisan pasaporte, equipaje de mano y nos graban con una cámara los rostros. Al parecer en ocasiones hay asaltos a autobuses que hacen recorridos nocturnos por Perú, y por eso se extreman las medidas de seguridad. Oltursa en una compañía de calidad, que trabaja en la zona sur del país y que nos recomendó Incakola (forero de Loneny Planet -http://www.foro.geoplaneta.com- que viaja a Perú anualmente, y siempre con esta empresa en recorridos por el sur).

LIMA-ICA-HUACACHINA - Parte IV

Domingo, 16/08/2009
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El autobús es moderno, de dos plantas. En la inferior los asientos-cama, por lo que vimos, casi como dormir en cama propia. Nosotros en la planta alta, en los semi-cama. Se reclinan bastante y llevan un soporte adicional para apoyar los pies, muy confortables (los de la planta de abajo entonces deben ser una maravilla absoluta).
El bus parte hacia el sur por la Panamericana. Mientras abandona Lima observamos los arrabales y barrios periféricos a la gran urbe donde se puede apreciar mucha miseria. Proyectan una película, “Enemigo público”. Resulta cómico escuchar el doblaje latino de Will Smith en la pantalla. La azafata nos sirve un snack consistente en una bolsa de patatas fritas y un refresco. También existe a disposición de los viajeros un servicio de biblioteca a bordo. Nos entregan una almohada y una manta para nuestra mayor comodidad. En esta compañía de buses, no se hacen paradas, ni siquiera para repostar. En la cabina de los conductores (a la que no se puede acceder por ir aislada) viajan dos de ellos que se van rotando aprovechando las paradas en las zonas de peajes. La azafata indica que por seguridad mantengamos las cortinas echadas, para que no nos divisen desde el exterior y no nos puedan lanzar piedras. Estas precauciones son fruto del reciente piquete que había tomado esa ruta en los días anteriores. Otro aspecto que nos resulta curioso es que la flota de buses en sus desplazamientos son controlados por “monitoreo satelital” para saber en todo momento dónde se encuentran y saber si surgen percances y si cumplen la ruta establecida.
A las 19.30 nos sirven la cena. Pollo, arroz, patatas asadas y gelatina de postre, junto con un refresco. Mucho mejor la calidad de la comida que en la clase turista de cualquier compañía aérea. A las 21.15, puntualmente, llegamos a la terminal de Ica. Es noche cerrada hace rato. Nacho negocia con dos taxistas que merodean por la entrada de la terminal de buses, 5 S/. (1,20 €) por cada uno de ellos, por llevarnos a la laguna de Huacachina, ubicada a unos 5 Km de allí.
Entramos Isabel, Nacho y yo a solicitar información sobre los vuelos en avioneta sobre Nazca y el horario que tienen. Nos informan de que el último se suele hacer a las 16.30-17.00 horas, siempre que el tiempo acompañe. Como hemos comprobado en las previsiones meteorológicas que el tiempo es estable y soleado, decidimos sacar y pagar los billetes para Nazca-Arequipa. El precio es de 70 S/. (unos 16,65 € para un trayecto de más de 400 Km.) por persona, en asiento semi-cama (planta superior del bus). Pago con mi tarjeta de débito porque no tiene ningún cargo adicional hacerlo de esta manera, me cobran únicamente el importe de los billetes y mi banco aplica el cambio euro/sol vigente a día de hoy.
Salimos a la calle, cargamos las cosas en los taxis y ponemos rumbo la laguna de Huacachina. Llegamos al hotel, que habíamos reservado el día anterior por teléfono, se trata de “El Huacachinero”, http://www.elhuacachinero.com/, recomendado en la Lonely. Nos registramos y el chico de la recepción, Claudio, muy eficiente y diligente, nos explica que si presentamos el pasaporte y el resguardo del formulario de ingreso en el país el precio de la habitación doble, con baño privado y desayuno es de 110 S/. (unos 26,20 €), en vez de los 131 S/. que nos había dicho por teléfono. Confirmamos también el horario de la excursión de buggies y sandboard que habíamos reservado para el día siguiente; comenzará a las 09.30 am y durará una hora y media; el precio 45 S/. por persona (unos 10,70 €).
Las habitaciones son grandes, luminosas y están muy limpias. Podemos ver en el aparcamiento los buggies preparados para la excursión del día siguiente. El hotel tiene un jardín interior con una piscina (estamos en zona de desierto y por el día hace bastante calor). 
El bar ya está cerrado, pero preguntamos si nos pueden servir unas cervezas; nos complacen. 7 S/. (aprox. 1,65 €) por una cerveza de casi dos tercios de litro, helada. Las tomamos en el jardín, al lado una familia de lo que parecen ser chilenos, celebran un cumpleaños. Empieza a refrescar y sentimos el viento del desierto por lo que nos vamos a una habitación a tomar una cerveza más. En el hotel no nos sirven ya, el encargado del bar se ha marchado. Nacho, Alberto y yo nos acercamos a un hotel próximo, “La casa de arena”, que dispone de pub en su planta alta. No hay Cusqueña, así que nos ofrecen Pilsen, de dos tercios de litro, por 6 S/. (aprox. 1,45 €). Si retornamos los envases nos devuelven un sol por cada uno de ellos (cosa que no tenemos en mente hacer). Acabamos de tomarnos las cervezas en la habitación que compartimos Nacho y yo, planificando los siguientes días de viaje hasta que llega la hora de irse a dormir; son algo más de las 00.00 am.

HUACACHINA-ICA-NAZCA - Parte I

Lunes, 17/08/2009
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Ni Nacho ni yo somos grandes dormilones y a las 06.30 am ya estamos con el ojo abierto; al asomarnos por la ventana comprobamos que hay una bruma densa que lo cubre todo. Es temprano para desayunar así que nos vestimos y salimos a explorar los alrededores. Al salir de la habitación contemplamos atónitos al fondo del jardín, como se erige una enorme duna que la noche anterior se intuía en la oscuridad, pero que ahora se hacía patente en toda su magnitud. No en vano, en esta zona de Perú, en el desierto de Nazca, próxima a la ciudad, se eleva la duna de arena más alta del mundo, con algo más de 2.000 metros.

A 5 Km. al oeste de Ica se encuentra la laguna de Huacachina, diminuto oasis rodeado de altísimas dunas de arena. La laguna, pintoresca sin duda, aparece representada en el reverso de los billetes de 50 soles. Elegantes palmeras y edificios antiguos sirven de testimonio del pasado glamour de este complejo, que un día fue la zona de diversión de la clase alta peruana. Alrededor de la laguna han emergido instalaciones hoteleras que ofertan a los turistas actividades de aventura con paseos en buggie por el desierto y la práctica de sandboard (lanzarse con tablas de snowboard por las pendientes de las enormes dunas de arena). En un principio el agua de la laguna provenía de afloramientos subterráneos y tenía supuestas propiedades curativas, hoy en día el agua se bombea desde otros lugares para mantener el nivel existente.
Damos una vuelta rodeando la laguna por completo, utilizando para ello una especie de malecón. Todo tiene un aspecto solitario, será por la hora y porque es invierno, temporada baja para el turismo. Cantidad de negocios abandonados y la bruma que sigue cubriéndolo todo. En la recepción del hotel nos han comentado que es habitual en esta época, la bruma levantará en un rato. Paramos sobre una placa en la que se reproduce la supuesta leyenda de la laguna que hace referencia a una joven princesa inca de nombre Huacca-China (la que hace llorar) que cantaba una canción; un espejo roto que se transforma en laguna y una sábana blanca que cubría su cuerpo que se convierte en arenal. Sobre el agua se observan grupos de “pedalones” (pédalos en España) para poder surcar sus aguas: la idea es poco apetecible. Gran cantidad de basura y botellas vacías copan las orillas.
Volvemos al hotel. Ya han abierto el comedor para el desayuno. Es una estancia en la planta baja del edificio, completamente acristalada para poder observar el jardín, la piscina y la enorme duna de arena mientras uno consume calorías. Al rato se nos une Oscar, después Alberto y las últimas en bajar a desayunar son las chicas. El desayuno se lo sirve uno mismo, tipo buffet, y consiste en sandía, zumo de papaya, café, pan, mantequilla y mermelada. Como el día se plantea duro, damos buena cuenta de algo de jamón york y queso de los víveres comprados el día anterior, para hacer aún más consistente la alimentación.
Mientras tanto un loro muy gracioso, mascota del hotel, se posa sobre una de las sillas del jardín. Es buscado por las cámaras de fotos y objeto de ofrecimiento de comida por nuestra parte. Subimos a las habitaciones y lo dejamos casi todo preparado para la partida porque a la vuelta andaremos justos de tiempo. En recepción dejamos pagamos todo para luego poder salir a la carrera. El empleado del hotel nos presenta al que será nuestro piloto en el buggie, se llama Rufino, hombre recio, de gran porte y zambo (de raza negra).

HUACACHINA-ICA-NAZCA - Parte II

Lunes, 17/08/2009
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El buggie, cuya estructura tubular está pintada de color verde, dispone de ocho plazas, repartidas en tres filas; 3 asientos en la delantera (incluido en conductor), 3 más en la fila central y 2 plazas en la fila posterior. Nos acomodamos; Cristina y Alberto en la parte delantera junto a Rufino, Oscar y Nacho en la fila central dejando el hueco del medio vacío, Isabel y yo en la parte posterior. Al comenzar a amarrarte a los tres cinturones de seguridad de cada asiento la sensación es que nos estamos preparando para un paseo en la montaña rusa. Rufino arranca haciendo rugir y petardear el motor. Circulamos por carretera asfaltada un pequeño tramo que rodea la laguna. Tomamos un camino de tierra y nos detenemos para pagar la tasa de acceso al desierto para “coches tubulares” como llaman a los buggies, una tasa para sacar dinero a los turistas, claro. Nos toca pagar 3,55 S/. a cada uno (0,85 €).
La bruma se ha desvanecido completamente, pero todavía una masa compacta de nubes grises cubre el cielo y no deja pasar el sol. Al entrar en el desierto, perdemos de vista la laguna y construcciones aledañas y la visión se convierte en un mar de arena y dunas. Rufino comienza a acelerar el buggie y sigue las rodadas en el suelo que marcan las pistas por las que transitar. Sube, baja, hace giros y contragiros subiendo por pendientes empinadas, se suspende en el borde de un montículo y dejar caer el vehículo al vacío. Cuando acelera a fondo el viento nos golpea en la cara con fuerza dificultando incluso que podamos abrir los ojos con normalidad, esto nos obliga a usar gafas para protegernos.
Paramos sobre una gran duna. 360 º a nuestro alrededor sólo arena…y más arena. Comentamos a Rufino lo difícil que nos parece orientarse en un lugar de este tipo, sin referencias. Nos tomamos fotografías a los mandos del buggie, sobre él y con el desierto de fondo. Y seguimos con lo divertido, más rally con el coche entre las dunas. En ocasiones subimos una pendiente sin ver más allá del horizonte, sin saber a ciencia cierta que nos espera después de esa línea. La misma sensación que al llegar a lo alto de una montaña rusa y sentir el desplome del estómago cuando empiezas a bajar y a caer. Así nos sentíamos al llegar al límite de las dunas y precipitarse el coche por el vacío sobre pendientes muy, muy pronunciadas. La parte trasera, sobre la que viajamos Isabel y yo, levita sobre los amortiguadores así que uno se puede hacer a la idea de los botes que sufren las posaderas del que viaja en estas plazas. Uno va tensionado constantemente aferrado con las manos a la barra delantera y sintiendo el culo en el aire a cada rebote fuerte contra el terreno.

Y después de un rato, comienza la segunda parte. Rufino detiene el buggie en la parte alta de una duna. Saca las tablas para practicar sandboard de la parte trasera del vehículo, las encera y nos invita a lanzarnos. Nacho intenta lanzarse de pie, pero para hacerlo con pericia es necesario cogerle el truco y eso puede llevar varias horas; no es lo mismo que deslizarse sobre nieve. Después y alternativamente nos vamos lanzando todos, tumbados sobre la tabla, boca arriba y con la cabeza al frente. Hay que levantar las rodillas y los pies para evitar que se claven en la arena y actúen a modo de freno, doblar bien los codos apoyándolos sobre la tabla y mantener el equilibrio para no volcar hacia ninguno de los dos lados.
Rufino nos recoge con el buggie en la parte baja de la duna, echamos las tablas en el portabultos y al siguiente nivel. Nueva duna, más grande que la anterior. Más pericia en cada intento. Repetimos la operación media docena de veces incrementando la dificultad: dunas más altas, pendientes más inclinadas, y mayor longitud a recorrer sobre la tabla. Las últimas cortan la respiración, ¡son casi paredes verticales!. Isabel que en un principio, era la que más temor y respeto mostraba hacia las tablas, se convierte en el misil más veloz del grupo y la que recorre mayores distancias cabalgando sobre la tabla; supongo que será cosa del rozamiento, a menor peso, menos fricción, más velocidad, más metros recorridos.

El sol encuentra resquicios entre las nubes por los que colarse y hacer llegar su radiación hasta el terreno. Rufino nos conduce hasta un oasis en el medio del desierto. Fue mandado construir hace años por el ex presidente Fujimori. Un camino empedrado marca el camino a seguir hasta él. En su día fue un vergel de frescor que rodeaba una residencia para el que fuera máximo dirigente peruano. Hoy en día, está abandonado, aunque sigue siendo más que llamativo contemplar el verdor de la vegetación, como si fuera una mancha difusa en la arena del tórrido desierto. Fotos de rigor en el oasis y vuelta a la laguna, notando de nuevo el azote del viento en el rostro, y botando otro rato con los glúteos golpeando en los asientos a cada bote. Al llegar a la laguna paramos para sacar una panorámica completa de ella. Salimos del desierto parando a recoger la vuelta de la tasa de acceso, que nos debía la señora encargada del trámite. Ya en el hotel, nos despedimos de Rufino dándole una generosa propina por la excursión. Al final ha durado 1 hora y 45 minutos (15 más de lo previsto y contratado).