lunes, 22 de febrero de 2010

IQUITOS-MUYUNA AMAZON LODGE (Día 1) - Parte I

Martes, 01/09/2009
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Nos levantamos pasadas las 06.00 y a las 06.30 estamos en la puerta del hotel preparados para partir. Con la luz del día podemos observar una enorme masa de agua que discurre entre franjas de vegetación, justo enfrente de nosotros, visible desde el malecón; se trata del río Amazonas. Es temporada de “secas” y el nivel de las aguas es bajo, cuando las lluvias arrecien tiene que ser impresionante observar el imponente río de varios kilómetros de anchura.

Con el fresquito de la mañana no se está mal en la calle, la humedad es llevadera. Para ir al mercado de Belén vamos a tomar el medio de transporte más habitual de Iquitos, el motocarro. En Puno ya pudimos comprobar que se trataba de un medio de locomoción muy empleado, pero en Iquitos la densidad de este tipo de vehículos es aplastante, casi todo el mundo conduce uno de ellos.

Iquitos (cuyo nombre proviene del pueblo indígena “iquito” que poblaba la zona desde hacía siglos) fue fundada por misioneros jesuitas como refugio ante las hostiles tribus que se negaban a ser convertidas. Contra todo pronóstico el poblado sobrevivió y aumentó paulatinamente su número de habitantes hasta que allá por la década de los años 1870 aprovechó la fiebre del caucho para convertirse en una ciudad próspera. Los empresarios de este negocio amasaron grandes riquezas a base de explotar a los trabajadores locales en condiciones laborales infrahumanas.
Desaparecida la fiebre del caucho por su producción en zonas de cultivo en vez de la recolección en la selva virgen, la ciudad sufrió un declive. En los años 1960 tuvo cabida un segundo boom a manos de la aparición del petróleo. En los últimos años el turismo ha desempeñado un papel importante en el desarrollo de la región.
El paseo en motocarro es toda una experiencia. Uno se ve rodeado por enjambres de estos vehículos que compiten entre sí por ganar la posición en los semáforos y en los carriles de la calle. No sólo transportan pasajeros, también mercancías. En pocos minutos llegamos a la entrada del mercado de Belén, pagamos las carreras a los taxistas; 2 S/. (apenas 0,50 €) por cada uno de los dos vehículos empleados.

Belén es una barriada flotante llamada por la gente de la zona “la Venecia del Amazonas”. Está compuesta por casas de madera construidas sobre balsas, que suben y bajan con las mareas. La mayor parte del año flotan sobre el agua, formando un espectáculo exótico y colorido, con innumerables canoas que recorren las casas vendiendo y comercializando productos de la selva. En esta época del año apenas hay agua y las balsas sobre las que flotan las casas se posan en el barro del lecho seco del río.
Pero queríamos conocer el famoso barrio y su mercado, que se sitúa a nivel de calle, sobre el conjunto de casas flotantes; Mario nos advirtió la noche anterior para que tuviéramos cuidado en la zona porque era muy frecuentada por rateros y los hurtos, moneda de cambio habitual. El bullicio y el gentío prácticamente se llegan a convertir en marea humana lo que propicia que las callejuelas estrechas sean lugares de emboscada muy golosos para los carteristas. Nada más bajarnos del motocarro algunos comerciantes nos advierten para que nos colguemos las mochilas al pecho en vez de a la espalda y así vigilar que no sean abiertas por terceras personas.
Apenas hemos comenzado a transitar entre los puestos cuando una anciana se acerca a una pareja de policías que patrulla a pie por la zona. Con grandes aspavientos se queja amargamente de que acaban de robarle el bolso y todo el dinero que llevaba en él, 180 S/. A todo esto Cristina, con todo el desparpajo del mundo, camina tranquilamente con su cámara Canon colgada al cuello haciendo fotos a los puestos de los comerciantes.
La patrulla de policía se dirige a nosotros y nos sugiere que nos mantengamos en la zona del mercado sin bajar en ningún momento a la zona de casas flotantes en el nivel del río. Deben de saber bien que podemos ser presas fáciles para los ladrones y carteristas así que nos “escoltan” durante nuestro paseo por el mercado de Belén; detrás de nosotros a pocos metros siguen nuestros pasos. Con la tranquilidad que da llevar los agentes cerca nos relajamos y contemplamos la exoticidad de los productos que ofrecen los vendedores.

Destaca el colorido que lo inunda todo. Vegetales, frutas y productos no perecederos expuestos dentro de locales en estanterías. Pero lo más llamativo de todo son los animales que se venden. El pescado que se exhibe es tan fresco que sigue aún vivo, y vemos como algunas mujeres golpean los peces contra los bordillos de las aceras para que dejen de colear antes de ponerlos sobre la parrilla y poder cocinarlos.

Contemplamos atónitos incluso una tortuga desposeída de su caparazón y cuya carne se expone a la venta junto a la de pollos y cerdos. Todo ello envuelto por la suciedad y desperdicios acumulados en el asfalto de la calle; nos choca la insalubridad de mantener esta carne fresca sin refrigeración expuesta a altas temperaturas.

Después de un rato paseando entre puestos tan pintorescos decidimos poner fin a nuestra visita al mercado. La pareja de policías, que no se ha despegado de nosotros en ningún momento, llama a dos motocarros y nos despide. En pocos minutos estamos en el hotel, preparados para el desayuno.

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