lunes, 22 de febrero de 2010

HUACACHINA-ICA-NAZCA - Parte IV

Lunes, 17/08/2009
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El aeródromo María Reiche recibe este nombre en honor a una matemática alemana que dedicó gran parte de su vida al estudio de las líneas y que sostuvo la teoría de que se elaboraron con complicadas fórmulas matemáticas y cuerda larga. Según ella la misión de las líneas era servir como calendario astronómico agrícola. Existen más teorías acerca del origen y utilidad de las líneas pero no se ha alcanzado el consenso con ninguna de ellas. A día de hoy siguen siendo un misterio.

Accedemos al edificio y en el mostrador de Aeroparacas nos dicen lo que ya sabíamos, no podemos viajar los 6 juntos. En esta compañía las avionetas son del tipo CESSNA con 5 plazas más el piloto. Isabel y yo haremos el vuelo junto, el resto en otra avioneta. Son las 16.30, después del nuestro saldrán más vuelos, apurando la luz del día. Los primeros afortunados somos Isabel y servidor; pagamos religiosamente la tasa del aeropuerto (ya estábamos sobreaviso por parte de la agencia y llevamos el dinero preparado). Son 20 S/. por cabeza (4,75 €). Pasamos un control de seguridad y ya en la pista de vuelo y al lado de la avioneta el comandante nos da a cada uno un plano del itinerario que vamos a seguir, de la duración del vuelo, y del modo en que maniobrará, dos veces por figura (una por cada lado de la avioneta) para poder apreciar todas con claridad. Con nosotros viaja un matrimonio japonés y su hijo. Las explicaciones son dadas por duplicado, en castellano e inglés con alguna cuña en el idioma oriental.

Lo primero que llama la atención de estas avionetas es que sentados en nuestra posición (fila central) no se ve nada por las ventanillas frontales, la posición totalmente inclinada del aparato apoyado sobre sus ruedas lo impide. El padre de la familia japonesa se coloca de copiloto, la madre y el hijo en la fila de atrás. Nos colocamos unos cascos para escuchar las explicaciones del piloto. En cada asiento una bolsita de plástico; indicativo de que los mareos y vómitos son habituales. Pregunto al comandante por la altura del vuelo, la altura prevista es de unos 175 metros en todo momento.
Despegamos. En este tipo de cacharros los zarandeos y movimientos se notan mucho más bruscamente que en un avión comercial. Iniciamos la ruta divisando a vista de pájaro las siguientes figuras y por este orden: ballena, triángulos, trapezoides, astronauta, mono, perro, cóndor, araña, colibrí, alcatraz, loro, manos y árbol (al lado de la torre de observación próxima a la carretera).Cada figura dos pasadas, una por lado. Se ven perfectamente aunque en ocasiones hay que esforzarse un poco porque multitud de líneas ajenas a las que componen los dibujos los cruzan y te hacen perder la orientación.
Isabel me hace señas para que no le distraiga. Se ha mareado. Al cabo del rato echa mano de la bolsa y hace uso de ella; menos mal que tenemos el estómago vacío, no habíamos comido nada desde el desayuno. Yo intento acompasar mi balanceo a los de la avioneta para evitar males mayores. Volvemos al aeródromo, 35 minutos de duración total para el vuelo. El aterrizaje sin novedad, al acabar nos hacen entrega de un diploma que certifica que hemos hecho el vuelo. Nuestros compañeros deben estar en el aire, no los vemos por allí.
Aún con la estela del mareo de Isabel nos sentamos en unos bancos de madera en la parte exterior del aeródromo, a la sombra, para que nos dé el aire. Entre esto y una animada charla con un señor mayor, empleado de las instalaciones, se le acaba de pasar.
Me acerco a la salida de las pistas y veo aterrizar la avioneta de Nacho, Alberto, Oscar y Cristina. Cuando llegan a mi altura puedo observar la palidez en el rostro de Óscar. Es curioso; antes del vuelo era el que estaba más colorado por los efectos del sol. Ahora ha cambiado radicalmente el panorama y su cara tiene un aspecto céreo, casi albino. No ha llegado a vomitar pero se ha mareado de lo lindo, con abundantes sudores fríos.
En poco rato llega la movilidad, de vuelta a la oficina de Aeroparacas en las afueras del aeropuerto, cargamos las “morcillas” y sin parar hacia Nazca. Al llegar allí nos indican una zona para buscar restaurante y nos dan la posibilidad de dejar el equipaje a buen recaudo en la oficina principal de la compañía, justo al lado de la terminal de autobuses. Nos vamos a comer. Cerca de la plaza de Armas (ridícula en comparación con la de Lima) entramos en el restaurante “El Portón”. Son las 18.30, definitivamente hoy vamos a comer muy tarde. Nos sirven porque para ellos es casi el horario del inicio de la cena. Comemos solos en la planta baja, cerca de un patio central adornado con un imponente cactus de unos 6 metros de altura. Tomamos comida típica peruana; tacutacu (arroz con fríjoles), papas a la huancaína, seco de cabrito, adobo de chancho (cerdo) todo ello regado con abundantes Cusqueñas, Hay que refrescarse; hemos pasado mucho calor en el día de hoy. Al acabar son casi las 20.00, pagamos la cuenta 157 S/. (37,40 €) y salimos a la calle. 

Antes de que cierren, pasamos por la oficina de Aeroparacas a recoger el equipaje, lo trasladamos a la terminal de Oltursa donde le colocan una etiqueta después de comprobar nuestros billetes para Arequipa y lo dejamos allí en custodia. En teoría el bus sale a las 22.00 así que nos damos otro largo paseo por Nazca y curioseamos en tiendas de souvenirs, puestos callejeros pequeños comercios. Hay poco que ver. Un pueblo en el medio del desierto con casas de una o dos alturas donde reina la suciedad. A una altitud de 590 metros sobre el nivel del mar y con más de 50.000 habitantes esta ciudad, situada en una desolada pampa, carecería de interés de no ser por las misteriosas líneas que dan forma a figuras sobre la superficie del desierto o a los vestigios de una cultura antigua diferente, la cultura Nazca.
Empleamos el resto de la tarde en un locutorio navegando por internet, haciendo copias de seguridad en DVD de las fotos, y comprando algún snack para el viaje en bus que nos espera. En el locutorio podemos contar una anécdota. Nacho, enfrascado en su ordenador, de repente comienza a gritar como un poseso porque creía que le habían robado su mochila, incluso sale a la calle en busca del presunto ladrón, todo ello en un estado de nervios considerable. Isabel, sentada a su lado en el cyber en el ordenador contiguo, se levanta con calma y muestra la mochila que nunca se movió del sitio en el que estaba; en el suelo, entre ambos ¡vaya forma de abstraerse y perder la noción de las cosas!.
A las 21.30 nos vamos a la terminal. Al parecer el bus viene con retraso; últimamente en Perú se han puesto estrictos con el cumplimiento de los límites de velocidad y los trayectos se alargan en el tiempo. Muy cansados vemos documentales en la tele mientras esperamos. A las 22.45 llega el transporte, suben nuestro equipaje y a medida que abordamos el mismo nos filman la cara con una videocámara; es una medida contra atracadores y maleantes. No habrá paradas. El recorrido será sin paradas hasta el destino final, después de algo más de 400 Km. llegaremos a Arequipa. Los viajeros que vienen desde Lima han cenado ya (es el mismo servicio que nos llevo a Ica el día anterior). A los que tomamos en Nazca el bus nos ofrecen un bocadillo caliente a modo de cena; el resto de viajeros, medio adormilados aguardan pacientemente a que apaguen las luces del bus, las mismas que permiten que nos sirvan el refrigerio. Cuando acabamos toca dormir.

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