lunes, 22 de febrero de 2010

ISLA AMANTANI-ISLA TAQUILE-PUNO - Parte III

Domingo, 23/08/2009
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Pasamos al comedor del restaurante. Nos atenderá Fermín, que ha apoyado a Meneleo en la explicación de las costumbres de Taquile. De nuevo la fortuna nos ha sonreído. La comunidad de la isla hace rotar los restaurantes concertados con las agencias para que no se trabaje siempre con los mismos. El que nos ha tocado en suerte es de los mejores. Situado en la parte más alta de isla, tiene todas sus paredes acristaladas permitiendo ver el lago en sus dos vertientes; la boliviana con los picos nevados de fondo y la peruana mostrando la bahía de Puno. Un verdadero privilegio disfrutar de esta perspectiva mientras se come.
El menú que nos ofrecen tiene sopa de quinoa de primer plato y de segundo se puede elegir entre tortilla a la taquileña y trucha del lago con verduras. Dividimos nuestras elecciones para poder probar todo. Como entrante nos sirven una especie de vinagreta con ají amarillo (pimiento picante). Para no perder costumbre, cerveza Cusqueña para beber y alguna cocacola. La tortilla taquileña consiste en una tortilla francesa a la que se le añaden verduras; habas, pimientos rojos, cebolla… La trucha del lago, deliciosa, acompañada de verduras al vapor. Hicimos bien en pagar la comida por anticipado en la agencia, solo nos costó 10 S/. (2,40 €). La bebida se paga aparte. Al resto de turistas les cobran 20 S/. por el menú, y por otro lado la bebida, 6 S/. por consumición (1,45 €).
Disfrutamos especialmente de la comida, las vistas son únicas. A las 13.15 iniciamos el descenso hacia el muelle. Ahora comprendemos que el precio que se paga por una cerveza en el restaurante no es muy caro teniendo en cuenta que toda la mercancía hay que subirla desde el embarcadero tras superar los 540 escalones que escalan por la ladera rocosa. A medida que descendemos nos cruzamos con nativos que cargan a sus espaldas enormes bultos y por su aspecto no parecen livianos. Los tipos son unos portentos físicos.
Veinticinco minutos más tarde llegamos abajo. Embarcamos y ponemos rumbo a Puno. Intentamos dormir la siesta en los cómodos butacones del barco intentando aprovechar el movimiento acompasado de la navegación. No hay manera, un grupo de turistas y el guía juegan a las cartas de manera ruidosa. El más inteligente Alberto, se pasa todo el trayecto a Puno en el tejadillo de la lancha, dormitando y observando el paisaje. Subo un rato arriba para poder apreciar bien la entrada en la bahía de Puno y las áreas inundadas de totora. No es tarde pero el frío obliga a abrigarse.
Sobre las 16.00 atracamos en el puerto de Puno. Alberto y Óscar se quedan en el mercado de artesanía porque quieren comprar algunas cosas más. El resto tomamos la furgoneta que nos devolverá al hotel. El conductor es un tipo despreocupado. En vez de preguntar a que hotel tiene que llevar a los turistas inicia la marcha y cuando llega a un alojamiento para y pregunta si alguien está alojado allí. Viendo la habilidad del buen hombre, somos los turistas los que voceamos los nombres de nuestros alojamientos para que el chófer establezca una ruta racional y ajustada a las necesidades. En 10 minutos alcanzamos nuestro destino y nos apeamos de la van.
En el hotel se han equivocado, pensaban que nos quedábamos una noche más y tienen las “morcillas” en las habitaciones. No entiendo como se pueden confundir, si dejamos la cuenta pagada antes de irnos el día anterior. Trasladan todo el equipaje a la zona donde habitualmente lo custodian. Nos devuelven el iPod de Nacho, olvidado en un despiste en el enchufe de la habitación. En este momento Cristina echa en falta la cámara de fotos. La ha dejado sobre el asiento de la “movilidad” que nos trasladó al hotel.
Mientras Nacho espera en el hotel la vuelta de Óscar y Alberto (regresan en mototaxi), el resto nos dirigimos aceleradamente a la agencia de viajes. Encontramos allí a Luis. Después de varias llamadas consigue localizar al personal de la agencia encargado de organizar los transportes a los hoteles y dan con nuestro conductor. La cámara está localizada y cuando termine la ruta nos la entregarán. Cristina respira aliviada. Óscar y Alberto han regresado en mototaxi y nos narran su peripecia.
Nos reunimos todos en la puerta de la agencia. Hasta que retornen con la cámara tenemos tiempo libre, así que algunos se acercan al cyber para comprobar el correo y ver los precios de los coches de alquiler en Cuzco. La pastelería aledaña al locutorio está cerrada, no podemos volver a degustar los dulces del día anterior. Isabel y yo damos una vuelta por los alrededores y entramos en una de las sucursales de “Ricos Pan”, la mejor pastelería de Puno: entramos en la sucursal de Jirón Arequipa, 332 (http://www.ricospan.com.pe/). En el escaparate una variedad inmensa de oferta; tartas (en Perú llamadas “tortas”), pasteles dulces, pasteles salados. Optamos por tomar dos porciones de pastel de verduras, a 4 S/. (0,95 €) la unidad. Riquísimos. La pastelería tiene bien ganada la reputación. Me quedo con ganas de probar algo dulce, pero la hora de la cena está cerca.
En el cyber no han obtenido información muy concisa sobre el alquiler de coches. Nacho y Cristina (que ya ha recuperado su cámara en la agencia de viajes) han aprovechado para descargar las fotos y hacer copias de seguridad en DVD. Decidimos dar un paseo por el cercano parque Pino y su plaza central. Nos alejamos de la zona en busca de un supermercado que habíamos divisado desde la furgoneta. Hacemos acopio de snacks y bebidas por si nos apetece picar algo en el bus que nos llevará a Cuzco.
En Perú son típicos los locales donde venden pollos asados a la brasa. Vemos una pollería al salir del supermercado y entramos. Preguntamos al camarero y nos da una espera estimada de 30-35 minutos para poder comernos el pollo asado. Conociendo cómo interpretan aquí el tiempo, seguro que la espera se convierte en más de una hora y no disponemos de tanto tiempo. Enfrente del local de “Ricos Pan” recuerdo haber visto una hamburguesería nos encaminamos allí a cenar.
El local, atendido por una única chica, prácticamente lo llenamos con la presencia de nuestro grupo. Pedimos 6 hamburguesas, las más grandes y completas que había en la carta, y Cusqueñas. En cuestión de 20 minutos, nos sirven el pedido. Ni la calidad de la comida, ni el servicio han sido de lo mejor que hemos visto por ahora en tierras peruanas. No obstante damos buena cuenta del rancho y pedimos la “boleta” (nombre que se le da a la cuenta o factura en Perú). Pagamos por 6 hamburguesas y 5 tercios de Cusqueña 62,50 S/. (14,85 €).
Al salir del local, no puedo resistirme a entrar de nuevo en “Ricos Pan” y pido una porción de “torta” de piña. El sabor supera al aspecto, una “delicatessen”. Volvemos al hotel a preparar el equipaje y coger de las “morcillas” las cosas que nos puedan hacer falta. A las 20.30, con total puntualidad, aparece en la recepción Luis. Él mismo nos entrega los billetes de autobús de la compañía San Luis y nos dice que hemos de pagar en el terrapuerto la tasa de uso del mismo, que asciende a un sol por pasajero. Nos despedimos de él y le agradecemos su ayuda. Con todo a bordo de la furgoneta nos trasladamos hasta el terminal de autobuses, en apenas 5 minutos hemos llegado.
Parece que la hamburguesa le ha sentado mal a Isabel, tiene que acudir de urgencia a los baños del “terrapuerto”. Su comida debía estar en mal estado. Pagamos las tasas de embarque en un mostrador. Cumplimentado el pago colocan un sello en los billetes que hemos de entregar en la salida al patio donde estacionan los buses. El proceso para subir los equipajes a la bodega es lento. A medida que los carga un mozo anota en un boleto los datos de la numeración del asiento que figura en el billete y el número de bultos que suben a bordo. Nuestras plazas corresponden a la planta baja, dónde sólo viajan doce pasajeros. Los asiento son semi-cama, reclinables y con una extensión para apoyar las piernas. A simple vista parecen lo suficientemente cómodos como para poder echar un sueño.
Arrancamos sobre las 21.15, con cierto retraso. Por delante un viaje de apenas 400 Km. pero que ha de recorrer una zona de carreteras sinuosas entre montañas. La velocidad media será lenta por lo que pasaremos toda la noche en ruta. Al lado nuestro un par de franceses se acomodan y se enfundan las piernas en un saco de dormir. Vaya par de exagerados, pensamos al ver la imagen. En la agencia nos comentaron que el bus era directo y no realizaba paradas. Al poco rato de partir vemos como se detiene y permiten que suba gente, previo cobro de un importe en metálico. Aunque el ambiente en el bus es algo frío, consigo dormirme después de las 22.00.

2 comentarios:

  1. Hola, mi nombre es Gloria y estoy preparando un viaje a Perú en breve. Espero ansiosa que sigas con tu relato. Me has acostumbrado a encontrar algo nuevo cada día y hoy he echado de menos mi ratito de crónica. Enhorabuena por el trabajo y gracias por compartir con nosostros tu experiencia.

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  2. Hola Gloria. Gracias por seguir con interés el relato de nuestro viaje. A veces las obligaciones y las circunstancias no me dejan publicar las entradas con la regularidad con la que me gustaría hacerlo. No te preocupes, seguiré añadiendo información en cuanto pueda y espero que sigas el relato hasta el final, porque aún queda lo mejor por llegar...

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