lunes, 22 de febrero de 2010

CAMINO INCA (Día 2 - 11 Km.) - Parte I

Viernes, 28/08/2009
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A las 04.15 me despierta el ruido provocado por los porteadores. Han comenzado a preparar el desayuno. Fuera la temperatura debe ser baja, en el saco se está a gusto, sigue siendo de noche así que intento conciliar el sueño de nuevo. A las 05.30 comienzan el reparto de lo que llamán el “té despertador”. Los porteadores llaman a las tiendas de todos los excursionistas y ofrecen “a domicilio” un mate para comenzar la mañana. Una forma agradable de activar al personal y dar el mensaje de que hay que salir del catre para prepararse. También es beneficioso ingerir líquido desde primera hora, vamos a necesitar hidratación extra.
Son las 06.00 cuando todos nos reunimos alrededor de la mesa de la carpa comedor. El desayuno consiste en panqueques dulces, tortas de pan, mantequilla, mermelada y todo tipo de infusiones. Reparten a cada uno bolsitas con dos piezas de fruta (manzana y naranja) y un paquetito de galletas. Vamos a necesitar a lo largo del día este tentempié. Utilizamos los servicios higiénicos en la medida de lo posible. Su estado deja mucho que desear; para lavarnos la cara y los dientes no basta con una pila de agua situada a la intemperie.
Las 07.00 de la mañana es la hora fijada para comenzar a caminar. Antes de eso, Lino nos reúne a todos en un círculo alrededor del campamento. Mientras desayunábamos todas las tiendas han sido desmontadas y recogidas. Todos nosotros (excursionistas y porteadores) nos presentamos ante los demás diciendo nombre y edad, es una forma de interactuar con el personal contratado por la agencia que hace posible para nosotros esta magnífica experiencia; sin ellos no sería posible poder llevarlo a cabo con esta “comodidad”.
El camino, infatigable, tiene un único signo; subida. Es temprano, hace fresco; llevamos el forro polar puesto. Al poco rato nos sobra, comenzamos a transpirar por el esfuerzo. Isabel lo tiene decidido, si continúa el nivel de dureza necesitará el porteador. Alcanzamos un punto de control y observamos un enclave conocido como “Las Tres Piedras” situado a 3.300 metros de altitud. Hemos superado un desnivel de 200 metros desde que partimos del campamento. En este lugar las autoridades controlan el peso que acarrean los porteadores. Superado el trámite Lino acuerda con uno de ellos que cargue con la mochila de Isabel, que se queda con una pequeña de mano para guardar lo imprescindible.
A partir de aquí comienza la parte más dura. El camino se convierte en una sucesión de tramos de escalones que alternan con pendientes de gran inclinación. El paisaje cambia y aparece vegetación más frondosa, debido a la presencia de arroyos y cauces de agua (río Cusichaca).
Los tramos de escalones son protegidos por la sombra de los árboles y el sonido del agua que fluye por las cascadas y torrentes parece refrescar el sudor que nos genera el esfuerzo realizado. Aquí cada uno marca su ritmo. A pesar del número de excursionistas, no se forman grandes concentraciones. Acaso grupos formados por dos o tres personas que tratan de sobrellevar en compañía la dureza de la ascensión.
Cristina, Alberto y Óscar marchan por delante. Isabel, a pesar de haberse desecho del lastre que suponía la mochila, tiene dificultades para mantener un ritmo constante. Los poblemas asmáticos no le permiten dar más de sí. Camino con ella para disfrutar juntos de la experiencia del trekking. Lo bonito de la caminata es poder pararse y contemplar todo lo que te rodea. Adelantar a la gente y que cuando paras a descansar y apreciar las vistas te vuelvan a ganar la posición.
El contraste de panorámicas es increíble. Por un lado vegetación exuberante que crece al amparo de los torrentes de agua procedente del deshielo de los glaciares andinos y al fondo los impresionantes picos nevados, al otro lado del valle. Parte de este trayecto lo hacemos con Lino, ágil como una gacela, es capaz de mantener contacto con casi todo el grupo, dejándose caer a cola del mismo o acelerando el paso para alcanzar a los primeros.


No sin esfuerzo a las 10.30 arribamos al campamento llamado Llulluchapampa (3.850 metros). Una explanada de hierba se abre a la derecha del camino.
Grupos de excursionistas recuperan fuerzas mientras permanecen sentados o tendidos sobre la pradera y secan la ropa empapada en sudor. En un extremo se ubican los servicios higiénicos para quien precise hacer uso de ellos. Volvemos a reagruparnos los cinco para comentar las vicisitudes de esta primera parte de la ascensión. Alberto cuenta que lleva allí esperando la llegada del resto 45 minutos. Es el benjamín del grupo, el que está más en forma. Y encima nos confiesa que se equivocó a la hora de preparar la mochila en Cuzco, antes de partir hacia el camino inca, y carga con toda la ropa que debería haber dejado en el hotel. Aún así no hay manera de seguir sus pasos. Óscar no ha podido mantener su ritmo todo el trayecto. Además va parando cada poco rato para filmar en video las impresionantes panorámicas que propicia la ascensión. Cristina camina entre dos aguas. A ratos con Óscar, a ratos sola. También se encarga de recoger instantáneas con la cámara de todo lo que vamos viendo. Cerrando nuestro grupo Isabel y yo; nos lo tomamos con calma y hacemos infinidad de paradas para recuperar fuelle y grabar en la mente todo lo que vemos.
Aprovechamos el descanso para rellenar en los baños las botellas de agua y hacer uso de las pastillas potabilizadoras. Casi 24 horas después de haber ingerido el agua tratada no hemos tenido ningún problema estomacal. Funcionan perfectamente. Para enfatizar el efecto hidratante del agua añadimos en ella sobres de suero fisiológico. Necesitamos recuperar las sales que vamos perdiendo con los esfuerzos. Aunque hemos tomado algo de comida durante la subida, aprovechamos para ingerir chocolatinas y algo de fruta.
 
Por detrás de nosotros llegan los argentinos y la pareja italiana. La chica uruguaya y su madre transitan mucho más atrás, nos informa Lino. Miramos hacia arriba y contemplamos el paso de la “mujer muerta”. Un reguero incesante de personas caminan hacia él. Recibe este nombre porque el collado dibuja el contorno de la silueta de una mujer tumbada boca arrriba. Aún nos quedan casi 400 metros de desnivel que superar. Lino da orden de continuar y fija el paso como punto de reagrupamiento.

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