lunes, 22 de febrero de 2010

IQUITOS-MUYUNA AMAZON LODGE (Día 1) - Parte III

Martes, 01/09/2009
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Arribamos al embarcadero del “Muyuna Amazon Lodge”, que se encuentra a orillas del mencionado río Yanayacu, afluente del Amazonas y a 140 km aguas arriba de la localidad de Iquitos, inmerso en plena selva virgen. Descendemos sobre el embarcadero y a través de un puente de madera escalonado llegamos hasta la entrada principal dónde una persona del servicio nos da la bienvenida con un zumo fresco de frutas.
El lodge dispone de una estancia central principal que sirve como comedor, sala de ocio y recepción. Aquí no hay ventanas ni paredes. El edificio tiene una estructura de madera y mediante telas de mosquitera bien tensas, de color azul, se protege el interior de los insectos que abundan en la selva. El techo es de hojas secas de algún tipo de árbol autóctono, y dotado de gran inclinación para evacuar rápidamente las fuertes tormentas abundantes en la zona. Dentro existe una zona con varios sillones y mesas bajas, estanterías con libros de flora y fauna para consultas y varias mesas altas para poder comer.
Nos indican el número de nuestras cabañas y Eduardo se sienta con nosotros a explicarnos el planning para la tarde de hoy. Son las 13.30. La primera información que nos transmite es que habitualmente las comidas son a las 13.00 y las cenas a las 19.00. Son tipo buffet y se sirven en el edificio en el que estamos. Fundamental estar atentos al toque de la campana, anuncia que la comida está en las fuentes y lista para ser tomada.
Nos repartimos; Isabel y Cristina en una cabaña, el resto en otra. Del edificio principal salen dos pasillos de madera, que se sustentan sobre pilares y techados con el mismo material que el comedor. En esta época del año, los pilares quedan descubiertos pero en la temporada de lluvias el agua lo anega todo y la experiencia debe ser increíble; dormir en una cabaña que yace sobre el río. Las cabañas de alojamiento al igual que el comedor, no disponen de ventanas. Son de madera, protegidas por tela antimosquitos y disponen de un baño con ducha de agua fría (del tiempo).

Un detalle que nos encandila es el pequeño porche que dispone cada habitación en su parte trasera. Con el cobijo de la sombra proporcionada por su techo, una hamaca de tela tendida entre dos postes de madera hace las delicias de todos nosotros. La selva rodea a las cabañas, apenas dos metros más allá de donde se levantan todo es selva, intacta. En su día para levantar el lodge hubo que abrir un claro, pero a partir de los límites del mismo, sólo vegetación; densa, verde y frondosa.

Hoy, al ser el primer día y haber llegado al lodge después de la hora habitual de la comida, el grupo de nuevos huéspedes come a las 14.00, aunque el personal repite el ritual y nos llama a comer haciendo sonar la campana. El buffet es sencillo, la variedad no es excesiva pero todo está muy bueno, en especial un ají de gallina, suave y cremoso.
A las 15.00 hemos quedado con Eduardo en el lobby para hacer una caminata por la selva. Sólo iremos nosotros cinco con él. Nos avisa para que vayamos preparados con manga larga, “bloqueador”, repelente de mosquitos y nuestras alquiladas botas de “jebe”. El paseo se inicia en el propio lodge y en un minuto lo hemos perdido de vista entre la espesura. Nos rodean árboles altos y vegetación más baja que dificulta el avance. Eduardo, machete en mano, abre camino en las zonas más enmarañadas.
Pronto nos damos cuenta de que lo de las “botas de jebe” no era una exageración. A pesar de ser temporada seca el suelo selvático aparece inundado en muchas zonas y una capa de barro se mezcla con el manto de hojas caídas de los árboles. Es la base de la riqueza del suelo en esta zona, la descomposición de toda la materia vegetal que se acumula en él. En pocos minutos Alberto y yo tenemos la camisa empapada. Caminamos despacio, mirando con interés aquí y allá, pero eso no es óbice para que sudemos a mares. El ambiente es bochornoso, en algún caso angustiante, la humedad y el calor (a pesar de estar en todo momento bajo la sombra de la frondosa vegetación) son los más extremos que habíamos sufrido en nuestra vida.

El paseo resulta interesante. Eduardo, avezado y experimentado guía, conoce la selva y sus sonidos al milímetro. Sabe dónde buscar la flora y la fauna del lugar. En la corteza de un árbol nos muestra una tarántula que luego coge con delicadeza sobre la hoja del machete para que camine sobre ella y nos exhiba sus cualidades.
Decenas de mariposas de increíbles colores vuelan danzando a nuestro alrededor. Pájaros esquivos que apenas se dejan ver entre las ramas, cambian continuamente de posición, alterados por la presencia humana. También tenemos tiempo de mirar hacia el suelo, en la selva una gran cantidad de animales viven sobre él; sobre todo insectos. Podemos ver “bichos palo” y ciempiés de tamaño descomunal.

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