lunes, 22 de febrero de 2010

CAMINO INCA (Día 4 - 6 Km.)-MACHU PICCHU-AGUAS CALIENTES-CUZCO - Parte II

Domingo, 30/08/2009
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Tras media hora larga de descenso en el que nos vamos cruzando con turistas que suben hacia el Inti Punku, llegamos a las estribaciones del complejo de ruinas. Cristina tiene una mala ocurrencia; en busca de una fotografía curiosa se tumba sobre una piedra que según figura en un rótulo era un altar de sacrificios. Llega el guía de otra agencia y la abronca públicamente. Es un sitio sagrado, por ese motivo tenemos que mostrar respeto.

Accedemos a la ciudadela a través de una zona de terrazas cubiertas por verde hierba donde pastan plácidamente grupos de llamas. Nos hallamos en la zona de la casa del guardián. Mientras los guías custodian las mochilas en las terrazas más altas, descendemos hasta llegar a una plataforma desde la que se contempla la foto tradicional del Machu Picchu, ciudadela y montaña al fondo, llamada Huayna Picchu (“Pico Joven”).

Si, es esa foto que toda la gente puede ver en multitud de sitios; con imaginación la montaña se asemeja al perfil de una cabeza humana mirando al cielo. Disponemos de tiempo libre para asombrarnos de la panorámica. Empezamos a comprender el porqué del misticismo de este lugar. La ciudad se erige sobre una montaña de paredes verticales rodeada por abismos de gran profundidad. Es como vivir en la última planta de un rascacielos en la gran ciudad. Observas todo desde una posición cenital, esto es igual pero en plena naturaleza y teniendo visión sobre las montañas andinas cubiertas por la selva. Único.



Después de sacarnos múltiples fotografías de todos los tipos recogemos las mochilas y nos dirigimos al acceso principal del conjunto de ruinas. Había que aprovechar, a esta hora de la mañana el complejo aún no se ha colapsado de turistas.

Descendemos por varias escalinatas y nos preparamos para la visita guiada. Está prohibido entrar con mochilas grandes como las que llevamos, nos vemos obligados a dejarlas en la custodia del depósito previo pago de 3 S/. (0,70 €) por cada una. Tomamos nuestras mochilas de mano y guardamos en ella lo indispensable; protector solar, agua, alguna chocolatina que nos queda, gorra. Pasamos por la oficina de información a que nos estampen en el pasaporte un bonito sello con la imagen del Machu Picchu, que atestigüe nuestro paso por el lugar.
La visita guiada comienza en la zona agrícola. Los andenes (terrazas de cultivo), de Machu Picchu lucen como grandes escalones construidos sobre la ladera. Son estructuras formadas por un muro de piedra y un relleno de diferentes capas de material que facilitan el drenaje, evitando que el agua se empoce en ellos (la zona hace gala de una gran pluviosidad) y se desmorone su estructura. Otros andenes de menor ancho se encuentran en la parte baja de Machu Picchu, alrededor de toda la ciudad. Su función no era agrícola sino servir como muros de contención. Cinco grandes construcciones se ubican sobre los andenes al este del camino inca que llega a Machu Picchu desde el sur. Fueron utilizados como colcas o almacenes.

Sentados sobre la andenería Lino comienza a narrar la historia del descubrimiento de la ciudad. Las primeras referencias directas sobre visitantes de las ruinas de Machu Picchu indican que Agustín Lizárraga, un arrendatario de tierras cusqueño, llegó al sitio el 14 de julio de 1902 guiando a los también cusqueños Gabino Sánchez, Enrique Palma y Justo Ochoa. Existen informaciones que sugieren que Lizárraga ya había visitado Machu Picchu en compañía de Luis Béjar en 1894. Lizárraga les mostraba las construcciones a los "visitantes", aunque la naturaleza de sus actividades no ha sido hasta hoy investigada. Cuando el grupo de Hiram Bingham “redescubrió” Machu Picchu (“Montaña vieja”), en julio de 1911, buscaban en realidad las ruinas de Vilcabamba, ultimo refugio de los Incas. Bingham no imaginó que eran dos, las ciudades perdidas en la selva. Cuando se hizo evidente que las ruinas de Machu Picchu no correspondían a Vilcabamba, nació el enigma sobre este lugar.

La expedición que concluye con el redescubrimiento se inicia en Cuzco, Bingham acompañado de su traductor, el sargento de policía Carrasco parte en busca de vestigios incas. En una hacienda conocen al campesino Melchor Arteaga que a cambio de 1 S/. les indica que en la cima existen las “ruinas” de una ciudad. Después de una penosa y dificultosa subida se encuentran a dos familias de campesinos que vivían allí y trabajaban la tierra de algunos andenes de la zona Oeste de la ciudad. Pero es un niño, hijo de una de estas familias, quien según se cuenta, a cambio de unos caramelos, guía a los exploradores al sitio arqueológico. Si bien es claro que Bingham no descubre Machu Picchu en el sentido estricto de la palabra (nadie lo hizo dado que nunca se "perdió" realmente), es indudable que tuvo el mérito de ser la primera persona en reconocer la importancia de las ruinas, estudiándolas con un equipo multidisciplinario y divulgando sus hallazgo.
Los españoles nunca se enteraron de la existencia de esta ciudad, por lo que, probablemente, los indígenas de esa época tampoco la conocían. La mayoría de los guías afirman que esta región fue despoblada y abandonada antes de la llegada de los conquistadores quizás por alguna enfermedad. También conjeturan en torno a enfrentamientos con otras tribus. Sin embargo, se desconoce la razón de su olvido. Algún estudioso, manifiesta que el lugar tiene solo 200 viviendas, por lo que la población debió haber sido de unos 1.000 habitantes. La gran cantidad de terrazas para el cultivo en toda la región, permite establecer que la producción agraria sobrepasaba ampliamente la demanda de los pobladores. Muchos arqueólogos proponen que la función de la ciudad, era suministrar hojas de coca para los sacerdotes y la realeza.

Visitamos las principales zonas del recinto arqueológico atendiendo a las explicaciones de Lino. Las terrazas acaban en el Foso Seco, tras el cual se encuentra la ciudad propiamente dicha. Observamos la zona de las fuentes, que, en realidad es una sucesión de 16 pequeñas cascadas. Muy cerca se encuentra el Templo del Sol, una torre que posee la mejor construcción de albañilería de toda la ciudad. El edificio adyacente era la residencia de alguna persona importante, conocido como Palacio de la Princesa.
Junto al Templo del Sol, hay una casa que ha sido restaurada, se le suele llamar Casa del Cuidador de la Fuente. Las estructuras que se encuentran directamente enfrente del Templo del Sol, han sido clasificadas como el Sector Real. A unos pocos metros hay una piedra tallada de forma curiosa, conocida como la Roca Funeraria. Lino nos cuenta que la base de la cultura incaica era el trabajo, que presentaba las siguientes formas: mita, chunga, minca y ayni.

La Mita era un sistema de trabajo a favor del Estado Imperial del Tahuantinsuyo, donde se movilizaban multitudes de indígenas a trabajar por turno en labores de construcción de caminos, puentes, fortalezas, centros administrativos, templos, acueductos, explotación de minas, etc. Existía una mita para servicios especiales como las labores de cargueros del Sapa Inca, músicos, chasquis y danzantes, los obligados a cumplir esta labor eran los adultos hombres casados, pero no las mujeres, comprendían entre los 18 y 50 años.
La Chunga era el trabajo realizado en beneficio del pueblo inca por las mujeres en caso de desastres naturales. Este es similar a la denominada Defensa Civil actual y consistía en curar, ayudar, mantener a los heridos de los desastres naturales tanto como intentar salvar a los que se ven en peligro durante el mismo desastre.
La Minca, minka, o minga, es el trabajo que se realizaba en obras a favor del ayllu y del Sol (Inti), una especie de trabajo comunal en forma gratuita y por turno, era una forma de beneficio para el Estado, donde concurrían muchas familias portando sus propias herramientas, comidas y bebidas. Las familias participaban en la construcción de locales, canales de riego, así como la ayuda en la chacra de las personas incapacitadas huérfanos y ancianos. Cuando el ayllu convocaba al trabajo de la minca, nadie se negaba, pero las personas que no asistían al trabajo eran expulsados del ayllu y perdían su derecho a la tierra.
El Ayni era un sistema de trabajo de reciprocidad familiar entre los miembros del ayllu, destinado a trabajos agrícolas y a las construcciones de casas. El ayni consistía en la ayuda de trabajos que hacía un grupo de personas a miembros de una familia, con la condición que esta correspondiera de igual forma cuando ellos la necesitaran, como dicen: "hoy por ti, mañana por mi" y en retribución se servían comidas y bebidas durante los días que se realicen el trabajo. Esta tradición continúa en muchas comunidades campesinas del Perú, ayudándose en las labores de cocina, pastoreo y construcción de viviendas.
Con la ayuda de Lino, en la parte superior de la ciudad, descubrimos el Templo de las Tres ventanas (cuyos muros de grandes bloques poligonales fueron ensamblados como un rompecabezas), el Templo Principal, de bloques más regulares, que se cree que fue el principal recinto ceremonial de la ciudad, y la Sacristía. Luego ascendiendo a un montículo se llega al más importante de los santuarios, el Intihuatana (reloj solar).

Se trata de una colina cuyos flancos fueron convertidos en terrazas, tomando la forma de una gran pirámide de base poligonal. Incluye dos largas escaleras de acceso, al norte y al sur, siendo esta última especialmente interesante por estar formada por un largo trecho tallado en una sola roca. En lo alto, rodeada de construcciones de élite, se encuentra la piedra Intihuatana (“donde se amarra el Sol”), uno de los objetos más estudiados de Machu Picchu, que ha sido relacionado con una serie de lugares considerados sagrados desde el cual se establecen claros alineamientos entre acontecimientos astronómicos y las montañas circundantes. Se trata de una escultura de belleza única que escapo de la destrucción originada por la exigencia de los españoles de que abandonaran sus creencias religiosas.
El itinerario culmina en la roca sagrada. Se le llama así a una piedra de cara plana colocada sobre un amplio pedestal. Es un hito que marca el extremo norte de la ciudad y es el punto de partida del camino a Huayna Picchu, a través de una empinada senda inca original, por la que hay que andar con precaución. Después de una hora y de haber pasado por terrazas jardines, se llega a la cima desde donde se contempla una vista espectacular.

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