lunes, 22 de febrero de 2010

PUNO-SILLUSTANI - Parte III

Viernes, 21/08/2009
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El renqueante bus avanza por las empinadas pendientes que elevan la carretera hasta la cota del altiplano. Nuestro guía se llama Roberto; el grupo de turistas es mixto por lo que las sus explicaciones se duplican al español y al inglés. A media subida nos detenemos en una zona donde la estrecha carretera se ensancha y podemos tener una vista panorámica de todo el lago y de la ciudad de Puno.
Pronto nos percatamos de que el guía es cuando menos peculiar, emplea de manera muy habitual en sus explicaciones las coletillas “generalmente”, por ejemplo”, “no”. Sillustani es un complejo funerario que se ubica a unos 35 km de Puno. Podemos apreciar los paisajes del altiplano que el día anterior de noche no pudimos disfrutar. Enormes extensiones de llanura que terminan donde la vista no alcanza, con pastos secos, grupos de ganado (alpacas, ovejas, vacas) y un cielo de un color azul intenso. El trayecto nos lleva unos 45 minutos.
El altiplano (meseta andina) y el fértil lago Titicaca fueron cuna de las civilizaciones antiguas peruanas. La vida en esta zona comenzó 200 años a.C. con la cultura Pukara, que erigió enormes pirámides y monumentos. Mil años después surgió la cultura Tiahuanaco que se extendió hasta Bolivia. Tribus guerreras como los collas y los aymaras surgieron poco después para ser desplazadas bruscamente más tarde por el imperio Inca. Pegados a los talones de estos últimos llegaron los conquistadores españoles en busca de las riquezas minerales que guardaba la tierra.
Sillustani es una de las necrópolis más grandes del mundo. El complejo está rodeado de un paisaje de impactante belleza. La serena y desolada imagen de la puna envuelve a estas moles funerarias. Sus arquitectos, verdaderos maestros en el arte de erigir colosos de piedra, escogieron para su obra más grande una espectacular escenografía: una cima frente a la laguna de Umayo. Las "chullpas" parecen haber tomado por asalto la meseta alto-andina. Son casi 90 y están diseminadas en un área de 150 hectáreas. Muchas de ellas superan los 12 metros de altura y tienen un mayor diámetro en la parte superior que en la base. Todo un reto a las leyes de la gravedad y al equilibrio. Un detalle que las hace únicas en el continente.
Las gigantescas "chullpas" (especies de torres de piedra) eran edificadas por collas e incas, para enterrar a sus muertos (nobles). Algunas a medio caer, otras de pie como torres de ajedrez resistiendo el paso del tiempo. Antes de ser colocado en la “chullpa”, el cadáver era momificado en posición fetal. Se introducía en la torre por un único hueco abierto que daba al este (sol naciente), de pequeñas dimensiones, y que introducido el cuerpo, era sellado de inmediato. Conjuntamente con la momia se colocaban sus pertenencias, en algunos casos objetos de oro y plata, utensilios de cerámica y alimentos, puesto que las creencias decían que después de la muerte resucitarían en otra parte donde habrán de comer y beber a voluntad, como antes de morir.
Roberto, inquieto, no para de dar explicaciones con una carpeta debajo del brazo donde guarda documentos que muestran esquemas de la estructura de las “chullpas”. Colgada del cuello una brújula con la que se esmera en mostrarnos el magnetismo de las rocas de las torres funerarias. La mejor conservada es la del lagarto, llamada así porque sobre una de sus piedras, grabada en relieve, se puede ver la silueta de este animal. La visita se inicia en la parte baja del complejo y sobre el promontorio de tierra se pueden apreciar las imponentes figuras de las torres. Una vez en la parte alta, se puede divisar la grandiosidad de la laguna de Umayo (3.890 metros de altitud) que rodea por completo la península de tierra que se adentra en su contorno. El nombre Sillustani, según Roberto, proviene de la conjunción de los términos aymara, Sillus (Uña) + Llustani (Resbaladero) = “Resbaladero de uñas” o “uña que resbala”, para describir la forma de la península que alberga el complejo funerario parecido a una uña deslizándose hacia el interior de la laguna. Otra versión indica que el nombre hace referencia al escaso espacio que queda entre las piedras de las “chullpas”, encajadas a la perfección, dando lugar a juntas por la que no se desliza ni cabe una uña.
Sobre el promontorio de terreno y con el azul de las gélidas aguas de la laguna de Umayo de fondo lo más impresionante es el viento, su fuerza y su estridente manera de silbar. Nos obliga a gritar para poder comunicarnos. Acabada la visita, curioseamos en algunos puestos de venta cercanos al autobús, que sobre todo ofrecen prendas de lana. Los precios, más económicos que en el mercado de artesanía de Puno. El viento reinante convierte el ambiente en desapacible y frío, por lo que ganamos rápidamente nuestro asiento en el bus.
En el camino regreso paramos para hacer una visita a una casa típica del altiplano. Todas ellas adornadas con la figura de cerámica de dos toros, bien en el pórtico de piedra que da entrada al patio o sobre el tejado. Son los llamados toros de Pucara, que simbolizan la buena suerte, la fertilidad y se emplean para ahuyentar los malos espíritus y las enfermedades de las viviendas. En la casa, construida con adobe y sin ventanas, nos muestran como se trabaja la lana para hacer tejidos, el cereal que suelen cosechar en la zona (sobre todo quinoa y cañihua, muy apreciado por su alto valor proteico), y los animales que crían (pollos, gallinas y cuys). Comprobamos el interior de la vivienda. Totalmente espartano, un duro catre es su único mobiliario. Abandonamos el lugar, y de nuevo en el bus, iniciamos el retorno a Puno.

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