lunes, 22 de febrero de 2010

CUZCO-VALLE SAGRADO-CUZCO - Parte III

Martes, 25/08/2009
-->
A lo largo de varios kilómetros la carretera sigue el curso del río, y en ocasiones también se extiende paralela al ferrocarril. Llegamos a Ollantaytambo (2.000 habitantes y 2.800 m.s.n.m.). Dejamos el suave tacto del asfalto para pasar al traqueteo de las calles empedradas del pueblo. Atravesamos su plaza, con una estatua de Pachacútec, sosteniendo una cachiporra en su mano y con semblante amenazador
En la entrada de las ruinas, en la plaza de Mañay Racay que consiste en un gran patio rectangular amurallado que tiene 12 puertas trapezoidales, un mercado ofrece sus productos a los turistas. Nos vuelven a picar el boleto al acceder al sitio arqueológico. Los escalones, muy empinados nos extenúan. Una marabunta de niños, en visita escolar, nos adelanta como si fuéramos ancianos. No hemos sufrido el mal de altura virulentamente, pero lo que está claro es que nos movemos lentamente y nos cansamos como si hubiéramos corrido una maratón.
La Fortaleza de Ollantaytambo está ubicada a 60 km. de Cuzco, sobre la margen derecha del río Vilcanota (actualmente llamado Urubamba). Su nombre deriva de la palabra quechua “tampu” o posada, que de acuerdo a las crónicas, eran albergues dispuestos a lo largo de los extensos caminos incaicos.
Desde la plaza se levanta, hacia el oeste, un saliente de la montaña en cuya parte frontal existe una serie de espectaculares terrazas que, desde el nivel del piso, ascienden hasta la parte más alta de este saliente. Estos andenes se utilizaron para evitar deslizamientos, como campos agrícolas y dieron el toque estético al conjunto. En la cima, sobre una pequeña planicie, existen enormes rocas trabajadas que se encuentran colocadas sin un orden lógico, también se observan recintos hechos de piedra labrada cuidadosamente. Ollantaytambo fue una ciudad fortificada, como lo atestigua la muralla de 7 metros de altura que rodea las ruinas del Templo del Sol. Sin embargo, se tiene certeza de que Ollantaytambo fue un lugar de gran importancia religiosa dedicado al culto del sol
La cantera desde la que se extraían las piedras estaba situada a 6 km de distancia, a mayor cota que el complejo. Para mover estos macizos bloques a través del río se valieron de una astuta técnica: depositaban los bloques junto al río y después desviaban el cauce para que los arrastrara.
La batalla de Ollantaytambo tuvo lugar en enero de 1537 entre las fuerzas del soberano inca Manco Inca y una expedición española comandada por Hernando Pizarro durante la conquista española del Perú. Habiendo sido aliado de los españoles, Manco Inca se rebeló en mayo de 1536 y asedió a la guarnición española en Sacsuyahuamán, cerca de Cuzco. Para acabar con el conflicto, los asediados prepararon un ataque contra el cuartel general del emperador inca, localizado en el poblado de Ollantaytambo. La expedición fue comandada por Hernando Pizarro y constaba de 100 españoles y unos 30.000 aliados indígenas contra un ejército inca de más de 30.000.
El ejército inca se las ingenió para retener a los españoles para lo que inundaron el conjunto de altas terrazas agrícolas con la finalidad de debilitar a la caballería. Incapacitados para avanzar y severamente presionados, los españoles se retiraron por la noche hacia Cuzco. A pesar de esta victoria, la llegada de refuerzos españoles forzó a Manco Inca a abandonar Ollantaytambo y buscar refugio en los densos bosques de la región de Vilcabamba, donde un estado inca independiente sobrevivió hasta 1572.
Recorremos las ruinas en su totalidad. Un estrecho pasillo corona parte de la fortaleza dejando a sus pies el entramado de terrazas. En la parte baja del complejo, conservando su fisionomía original; un conjunto de caños y fuentes hacen fluir sonoramente el agua en sus lechos. Atravesamos el mercadillo y nos reencontramos con Edwin, ha aprovechado este rato para lavar la furgoneta. Está reluciente.
Es la hora de la comida. Hay que volver a Urubamba a comer. Al entrar en el pueblo Edwin nos pide permiso para desviarse 5 minutos. Tiene que pasar por su casa a resolver un asunto urgente. Mientras esperamos en la furgoneta vemos juguetear a un niño de unos 2 años en la puerta de la vivienda. Edwin nos confirma que es un sobrino suyo. Comenta con respeto que en ocasiones ha habido secuestros de críos pequeños por lo que hay que extremar las precauciones. De nuevo en la travesía de la carretera nos toca botar sobre los múltiples “rompemuelles”. Sin embargo ahora encontramos sentido a su abundante existencia. Multitud de escolares retornan del colegio y lo hacen caminando por los arcenes de la carretera, dónde también se concentran las paradas de “combis”. Este medio de transporte es habitual en Perú. Se trata de furgonetas conducidas por particulares que realizan rutas trasladando a gente a cambio de dinero.
Llegamos al restaurante, situado en la propia carretera que atraviesa la población. Nos han reservado una mesa cerca de un músico, con su órgano y su tollo (flauta típica peruana, fabricada de madera con varios tubos). Hemos encargado los cuys asados, así que tenemos que decidir el primer plato. Optamos por los “chupes” que son básicamente sopas. El de “camarones” (gambas) se ha agotado así que probamos el del Inca. Cuando llega el ansiado plato principal, la decepción es antológica. El cuy asado tiene poca carne, hay que esmerarse en buscar unas briznas de chicha entre los pequeños huesecillos de su cuerpo. El sabor no es desagradable pero para nada excelso. Menos mal que viene acompañado de guarnición de verduras y de un rocoto (pimiento rojo achatado) relleno de puré de patatas. La cuenta, en comparación con otras comidas en Perú, nos parece cara, 220 S/. (52,40 €). No es un sitio que vayamos a recomendar a nadie.
 
Acabada la comida nos queda por delante un trayecto de unos 45 minutos hasta Pisac. Pisac (2.000 habitantes y 2.715 m.s.n.m.) está ubicado a 33 kilómetros de la ciudad de Cuzco. Su sitio arqueológico es uno de los más importantes del Valle Sagrado de los Incas. Se encuentra al este de la cordillera de Vilcabamba. Como era costumbre en la arquitectura inca, las ciudades fueron construidas sobre la base de trazos figurativos de animales. Pisac, tenía la forma de una perdiz, como dice su nombre.
La carretera recorre gran parte del fondo del valle sagrado y sólo cuando llegamos al pueblo de Pisac pasa a convertirse en un camino zigzagueante y empinado. Sobre el costado izquierdo de la carretera se perfila la andenería propia del sitio arqueológico. De nuevo parada obligada en el control de accesos. Edwin nos dice que tenemos dos horas para recorrer las ruinas, mientras él nos espera en la furgoneta. El sol, oculto entre las montañas, apenas se hace notar. Sopla viento gélido, así que nos tenemos que abrigar y echar mano de nuestros “chullos” de lana.
El sitio es famoso por los bancales y terrazas que forman gráciles curvas; apenas hay desnivel entre ellas así que los problemas de la erosión y los deslizamientos son menores. Al igual que en Moray hay losas de piedra que hacen las veces de escalera para pasar de una andén al contiguo. Desde la vertiente de la montaña, sobre los andenes, existen ciertos miradores que dan lugar a panorámicas díficiles de describir, se divisa el pueblo de Pisac jalonando el paso del río en el fondo del valle.
Recorremos diversos senderos que surcan la montaña y declinamos la tentadora oferta de ascender por empinadas escaleras hasta la cima. El espacio es muy extenso; bien merece la pena emplear varias horas en él. Recorremos diversos restos de viviendas, portones y muros antiguos.
Una de las fotos que nos hacemos allí da lugar a muchas bromas. Se forja la leyenda de los “Chullis” (mezcla de los Bee Gees y los chullos que cubren nuestras cabezas).
Iniciamos el camino de regreso, descendiendo hasta Pisac y cruzándonos en la carretera con campesinos y ganaderos que conducen sus vacas por los tramos asfaltados. Atravesamos el pueblo, pero apenas quedan montados algunos puestos del mercadillo. Decidimos emprender camino de vuelta a Cuzco. Los paisajes son espectaculares. A medida que dejamos atrás Pisac nos damos cuenta de que en nuestra visita hemos recorrido una infinitésima parte de su vastísima extensión; el complejo de ruinas prácticamente ocupa por completo una enorme montaña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario