lunes, 22 de febrero de 2010

CAMINO INCA (Día 3 - 16 Km.) - Parte IV

Sábado, 29/08/2009
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En 25 minutos llegamos a Intipata. (2.850 m.s.n.m.). Su nombre, en quechua, se traduce como “promontorio del sol”. Intipata es un enorme e impresionante conjunto de andenes situados en el tercio superior de la montaña que -más abajo- alberga también el complejo de Wiñayhuayna. Esta compleja obra de ingeniería fue un inmenso granero y también una vasta área de cultivo.
La base de la economía fue la agricultura; las tierras eran comunales. Cada familia tenía sus tierras para cultivarlas y alimentarse. Las familias más numerosas, recibían mayor cantidad de tierras. Los incas no sólo cultivaron los terrenos planos o semi inclinados, usaron un sistema ingenioso para cultivar las laderas de los cerros, esta técnica consistía en formar terrazas, denominadas “andenes”, que rellenaban con tierra vegetal que era contenida con muros de piedra. Permitían aprovechar mejor el agua, tanto en lluvia como en regadío, haciéndola circular a través de los canales que comunicaban sus diversos niveles, con esta medida evitaban al mismo tiempo la erosión hidráulica del suelo.
La base de la alimentación inca, fue la papa y el maíz, complementada con carne de auquénidos: llama y alpaca. En las zonas altas de los Andes, se cultivaron y cosecharon hasta 200 especies de papas, que se diferenciaban por el color y el tamaño. Para evitar su descomposición y con fines de almacenarlas o para la alimentación de su numeroso ejército sobre todo cuando salían de campaña, aprendieron a secar y trozar la papa (liofilización), producto que se denominaba “chuño”, luego antes de consumirlas las volvían a hidratar y se cocinaban. Complementaban esta dieta con otros vegetales como olluco, oca, tomate, frijol, zapallo, ají, maní (del cual además extraían aceite), quinua y frutas. También sembraron, cosecharon y usaron el algodón para la confección de su vestimenta. En las tierras correspondientes a la selva alta, sembraron y cosechaban la “hoja sagrada”: la coca.
Pescaban diversas especies de peces y cazaban aves silvestres. En los Andes prehispánicos, los camélidos desempeñaron un rol verdaderamente importante en la economía. La llama y la alpaca (los únicos camélidos domesticados por el hombre andino) fueron utilizadas para diferentes propósitos dentro del sistema de producción de los incas. Igualmente, fueron utilizadas otras dos especies de camélidos sin domesticar: la vicuña y el guanaco. La primera de estas era cazada mediante los chacos (cacerías colectivas) para ser esquiladas y luego puestas en libertad; así se aseguraban que su cantidad se mantuviese. Los guanacos en cambio, eran cazados por su carne, que era muy apreciada. Debido a las restricciones que existían para su matanza el consumo debió haber sido todo un lujo, limitado al ejército y a ocasiones ceremoniales.
Desde Intipata se divisa el campamento en el que haremos noche, Wynay Wayna (en quechua “siempre joven”) a 2.700 metros de altitud. Con sumo cuidado descendemos la escalinata de la andenería para no sufrir percances. En apenas 10 minutos más accedemos al campo base, casi de noche, buscamos la ubicación de nuestras tiendas. A las 18.30 nos llaman para merendar. Ya no se monta carpa comedor, el tentempié se sirve en las instalaciones existentes en el campamento (construcciones sólidas), así que degustamos las palomitas, las galletas y las infusiones dentro del bar sentados en sillas de plástico. Lino nos dice que después de cenar se celebrará un acto de despedida y agradecimiento a los porteadores y que suele ser habitual dar una propina del grupo de excursionistas a estos hombres por su labor y dedicación.
Sin saber cómo, me veo nombrado portavoz y recolector del dinero para los porteadores. Acordamos poner una cantidad de 30 S/. por persona (7,15 €). Inspeccionamos las duchas que el campamento ofrece a los turistas para asearse después de tres días de esforzada caminata. El precio del uso de las duchas es de 5 S/. por persona (1,20 €). Los tickets se pagan en una taquilla y luego se muestran a una señora que custodia la entrada de los baños. Las duchas, bastante rudimentarias, al menos ofrecen el efecto balsámico del agua caliente sobre nuestros cuerpos. También cobran por el alquiler de las toallas. Hacemos uso de las nuestras, especie de “bayetas grandes” compradas en el Decathlon, pesan poco, ocupan escaso volumen y tienen gran poder absorbente. Cuando terminamos parecemos otros, con ánimos renovados.
A las 20.15 estamos citados en el bar del complejo para la cena. Lino nos anticipa que va a ser especial. Y así lo es; los porteadores aparecen en bloque y depositan sobre las mesas enormes bandejas con cantidades incipientes de comida: pizza, yuca, pollo frito, rocotos rellenos, patatas con salsa, pasta. En la cantina despachan Cusqueñas (7 S/. -1,65 € la unidad de 330 ml.). Alberto es el que abre la veda durante la cena; le suben los colores con un picante rocoto al que acaba de dar un bocado y tiene que salir disparado a comprar una cerveza. Hay que ser solidarios con él, pido otras cuatro para Cristina, Óscar, Isabel y para mí. Como postre nos sirven gelatina de frutas acompañando a las insustituibles infusiones y mates.
Acabada la cena tiene lugar el acto de despedida y agradecimiento a los porteadores. En primer lugar cada uno de los integrantes del equipo de la agencia nos cuenta cual ha sido su función a lo largo de estos días y qué material han cargado: sillas, mesas, carpas, botellas de gas, comida, vajilla, bombona de oxígeno, tiendas… La realidad de los porteadores es dura. Cada una de estas personas carga 20 kilos de equipo más 5 kilos de efectos personales, y por los 4 días de trabajo (que comienzan a las 4 de la mañana y acaban a las 20.00-21.00 de la noche) cobran poco más de 40 $ (28,60 €). En contestación a todo esto cada uno de los excursionistas les dedicamos unas breves palabras y agradecemos su silencioso esfuerzo sin el que habría sido imposible llevar a cabo la excursión en las condiciones en que se ha realizado. Como portavoz del grupo me toca hablar en último lugar y hacer entrega de la propina conjunta que hemos recabado para todos ellos. Se la entrego en mano al jefe de porteadores y cocinero, Nicolás, y nos saludamos con un efusivo abrazo. Finalizado el acto nos hacemos una foto de grupo junto a todos ellos.
Isabel ajusta cuentas con el porteador que cargó su mochila el segundo día; 70 S/. (16,65 €). Son las 22.00. Estamos cansados y va siendo hora de buscar el calor y el resguardo de nuestros sacos de dormir. La jornada de mañana comenzará tempranísimo, nos levantaremos a la hora que lo hacen los panaderos, pero todo ello buscando un objetivo claro. No es otro que el fin que persigue este trekking, llegar caminando a través del Inti Punku (“Puerta del Sol”) a la mítica ciudadela de Machu Picchu, tal y como lo hacían los incas hace 500 años.

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