lunes, 22 de febrero de 2010

CAMINO INCA (Día 3 - 16 Km.) - Parte I

Sábado, 29/08/2009
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Como el día anterior, nos llaman a las 05.30 para servirnos el “té despertador”. Asomamos la cabeza por la entrada de la tienda para certificar que fuera hay una bruma que lo cubre todo. No nos deja apreciar el estrecho valle que se extiende a nuestros pies. Nos vestimos a toda prisa, urgidos por los porteadores que tienen que desmontar el campamento. Son las 06.00 cuando empezamos a desayunar. Hoy tenemos una sorpresa; tortilla con vegetales, pan con mantequilla y mermelada e infusiones. Al igual que ayer nos dispensan un snack para media mañana, compuesto por fruta y galletas.
Por cortesía de la agencia, el personal de la cocina nos ofrece rellenar con agua hervida nuestras botellas, de buen grado aceptamos. Antes de las 7 estamos listos para iniciar la marcha. La bruma se ha disipado casi por completo en la zona alta pero aún permanece posada sobre el fondo del valle. Nada más arrancar nos topamos con un tramo de bastante inclinación, dónde los escalones se suceden durante una hora; a pesar de ello resulta bastante más llevadero que los de ayer. Isabel ha recuperado el peso de la mochila, y de nuevo cuelga de su espalda, hoy no empleará porteador, la jornada no parece ser ten exigente. La temperatura a esta hora temprana de la mañana hace preciso el uso de un forro polar; en cuanto llevamos 10 minutos de subida, nos sobra.
Alcanzamos los restos arqueológicos de Runkuraqay (3.800 m.s.n.m.). De estructura circular, estas impresionantes ruinas se cree que sirvieron como mirador o también como “tambo”, lugar de almacenamiento de alimentos para los ocasionales viajeros. A esta construcción en cuyos interiores se encuentran un número considerable de nichos, también se le atribuye una finalidad ceremonial. Mientras recibimos al explicación de Lino tenemos que echar mano de nuevo de ropa de abrigo, a pesar de ponernos al sol la brisa que corre hiela el sudor que en nuestros cuerpos ha originado el esfuerzo.
El camino continua en ascenso. Después de 10 minutos alcanzamos un mirador que permite apreciar las ruinas anteriores desde una posición casi cenital. Al fondo el paso de la “mujer muerta” nos ilustra el porqué de su nombre. Con un cielo completamente azul de fondo se recorta sobre él la silueta de una mujer tumbada, boca arriba. Se dibujan perfectamente el perfil de la cara, el pecho y el abdomen.
A pesar del viento que azota el promontorio, disfrutamos durante unos minutos de la escena y asimilamos mentalmente el recorrido que hicimos ayer descendiendo desde el paso. Aunque hemos bajado metros respecto a nuestra máxima cota del día anterior parece que seguimos en la cima del mundo, dominamos el valle, el campamento, y las ruinas recién visitadas.

Diez minutos más de subida por escalones desgastados por el paso de los siglos y hollados por miles de hombres, alcanzamos el punto de Qochapata donde una pequeña laguna nos da la bienvenida. Los guías nos sugieren que cojamos una pequeña piedra, la guardemos en el bolsillo y la traslademos hasta la cercana cima. En pocos minutos la alcanzamos; este último tramo tiene especial dureza y asusta por la verticalidad de los escalones. Alcanzamos la cima del segundo paso que jalona el recorrido del camino inca; el paso de Runkuraqay a 3.950 metros.
Una gran roca custodia el paso. Depositamos en ellas las piedras tomadas un rato antes y pensamos en un deseo, así nos lo indica Lino. El collado es el punto de tránsito entre dos valles claramente diferenciados. Dejamos atrás un terreno típicamente montañoso con sus riachuelos y bosques y estamos a punto de ingresar en un enclave completamente distinto; nos espera la ceja de selva. Podemos apreciar este nuevo escenario encaramados sobre el bloque rocoso.
El relieve que nos depara la vista es montañoso y complejo, con valles angostos y profundas quebradas, siempre cubiertos por una selva impenetrable. En sus partes más altas, visiblemente envueltos en niebla y lloviznas, se ubican los bosques de nubes, mientras en las zonas más bajas se encuentran las colinas que forman la llamada “ceja de montaña” La vegetación, os explica Lino, es la más exuberante de los trópicos, con muchas orquídeas, begoñas gigantes y helechos arbóreos. Este es también hogar de pintoresca fauna; el oso de anteojos, única especie de oso sudamericano; el mono choro de cola amarilla, que hasta hace poco se creía extinto, más de veinte variedades de “picaflores” (colibríes) y varias docenas de especies de aves fruteras.
Intentando restablecer el desgaste originado por el ascenso a este paso, comemos algo de fruta y algunas galletas mientras mantenemos una animada charla con el grupo de guías. Desde aquí nos espera un emocionante descenso entre abismos y quebradas hasta llegar a un desvío que nos conducirá a las ruinas de Sayaqmarca.

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