HUACACHINA-ICA-NAZCA - Parte III

Lunes, 17/08/2009
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Nos duchamos tan rápido como nos lo permite esa capa de fina arena que inunda todos y cada uno de los pliegues de nuestro cuerpo, es el precio que tenemos que pagar por el paseo. En apenas 20 minutos estamos todos listos en la puerta. Rápidamente negociamos un par de taxis para ir al terminal de Soyuz, ubicado en Ica; cada uno de ellos nos cobra 4 S/. (0,95 €). Nos cuenta Nacho que su taxista no paraba de hablar, les ha dado su nombre, lugar de nacimiento de los progenitores, que por cierto su padre era de Barcelona y ejercía allí de periodista. Ica, capital de su departamento, con más de 200.000 habitantes y situada a 420 metros de altitud sobre el nivel del mar, a pesar de poseer una próspera industria vinícola y de pisco con uvas regadas por el agua del río homónimo, parece tener un aire oprimido. Su ubicación, ligeramente elevada, la sitúa por encima de la bruma de la costa y genera un clima seco y soleado propicio para el cultivo de la uva.

Llegamos al terminal en el preciso momento en que el bus accede al mismo. A la carrera y con las “morcillas” a cuestas nos dirigimos al mostrador. No se despachan billetes. Se compran directamente a bordo. El bus a punto de arrancar, vuelve a abrir los compartimentos de equipaje de las bodegas y cargamos el nuestro. A las 12.05 pm estamos subidos en el bus y con algo más de dos horas de viaje atravesando el desierto.

El pasaje del bus se paga a bordo, 10 S/. (2,40 €) cada uno de nosotros, para un trayecto de 180 Km. y aproximadamente dos horas, que nos conducirá a través de terrenos áridos y desérticos hasta Nazca. Un chico se encarga de cobrar, pago con un billete de 100 S/., no me da la vuelta porque no dispone de “sencillo” (cambio), dice que me lo traerá más tarde. Al ser los últimos en subir al bus, nos vemos obligados a sentarnos desperdigados, excepto Isabel y Cristina que viajan juntas. La multitud de cruces que hay en la carretera, los pueblos que atraviesa y la gente que sube y baja constantemente hacen que el viaje sea tedioso. Nos permite entrar en contacto con auténticos lugareños que son los que utilizan esta línea de buses de bajo coste. Incluso hay vendedores ambulantes de snacks y bebidas que suben en cada ocasión que el transporte se detiene y ofrecen sus productos durante la marcha.

El trayecto discurre ameno, viendo el ir y venir del personal, aprovecho para echar un ojo a la Lonely e informarme de la ubicación del aeródromo María Reiche de Nazca. Hablando con una pareja peruana me confirman que está en las afueras de la ciudad, y más allá de la terminal donde paran los buses, no nos coge de paso con Soyuz. El bus desciende por una carretera serpenteante hasta el fondo de un valle, donde atravesamos un río. Los adelantamientos a camiones hacen que la adrenalina aflore. Vuelve a cambiar el paisaje, entramos en una zona completamente llana, árida y yerma. Nazca se puede divisar ya al fondo. Poco antes de llegar pasamos por una torre de observación empleada como mirador para poder apreciar alguna de las figuras de las líneas de Nazca (el lagarto, el árbol y las manos). Es la forma económica de ver tres de ellas sin necesidad de avioneta, pero de una manera oblicua y sesgada. Tengo que volver a recordar al mozo de abordo que me debe la vuelta de los billetes, se hace el loco un rato más pero acaba entregándome los 40 S/.

Llegamos a la terminal. Un patio de aparcamiento polvoriento y desvencijado nos recibe, justo en él las oficinas de las distintas compañías de autobús cuyas rutas pasan por ahí. Apenas nos bajamos y hemos recogido el equipaje cuando nos aborda lo que parece ser un agente comercial de una compañía de sobrevuelos, Aeroparacas (http://www.aeroparacas.com/), cuya oficina principal está en la misma cuadra. Nos oferta un servicio de vuelo en avioneta de 35 minutos, y el traslado Nazca-Aeródromo-Nazca por 65 $ por cabeza. Somos seis por lo que demandamos una rebaja en el precio y  le decimos que tenemos tiempo de buscar otra cosa. Una rápida negociación deriva en un descuento que deja el precio en 60 $ por persona por todo el servicio (42,85 €). Dicho y hecho; nos montamos en dos vehículos que nos transportan a las afueras del aeródromo, el trayecto dura unos 15 minutos. Una segunda oficina de Aeroparacas se sitúa en un lateral de la carretera de acceso al aeródromo. Allí podemos dejar las “morcillas” en custodia. Pagamos en efectivo y en soles el importe del servicio contratado. Pasamos a una sala donde al cabo de un rato de espera nos proyectan un documental en VHS (más que desgastado por los cientos de veces que habrá sido proyectado) sobre la cultura cahuachi, ancestrales pobladores de la zona, y el origen de las enigmáticas líneas de Nazca.

Se componen de unos setenta dibujos de plantas y animales conformadas por líneas rectas y geoglifos (figuras geométricas) que sólo se pueden apreciar claramente desde el aire. La forma en que se crearon es sencilla: desplazar las piedras oscurecidas por el sol de la superficie del desierto, apilándolas a uno de los lados de las líneas y exponer de esta manera la blancura del suelo cubierto de yeso.

Después del documental, que dura unos 45 minutos, salimos a la puerta de las oficinas a esperar que llegue la “movilidad” (nombre peruano que dan al transporte). Tenemos tiempo para departir con uno de los empleados de la compañía de sobrevuelos que nos aconseja seguir con nuestro cuerpo la inclinación de la avioneta si no queremos marearnos y acabar vomitando. Hace calor, cosas de las zonas desérticas. Nos hemos aplicado “bloqueador” (protector solar) pero esta mañana no lo hicimos. Nos confiamos en que la bruma y las nubes no lo hacían necesario, pero el viento ha sido traicionero. Ahora estamos un poco colorados por el sol, sobre todo nariz y frente. Oscar es el más afectado, su color de cara es el más rojo de todos nosotros. Llega la movilidad, en pocos minutos arribamos a la terminal de viajeros del aeródromo María Reiche.