lunes, 22 de febrero de 2010

PUNO-SILLUSTANI - Parte II

Viernes, 21/08/2009
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Óscar, Alberto y yo nos alejamos de la plaza de Armas, con dirección al puerto. A medida que avanzamos vamos entrando en una zona más deprimida y seguramente nos da una imagen más real de lo que es la vida diaria en Puno. La zona comercial y turística queda atrás y aparece la suciedad y la cotidianidad de los habitantes de la ciudad. Diversos mercadillos callejeros con cualquier tipo de temática aparecen tras cada esquina; fruta, recambios de coches, reparaciones de bicicletas… En ningún momento nos invade la sensación de inseguridad, pero si es palpable que entramos en contacto con la gente del lugar. Cientos de microtiendas de ultramarinos, de bebidas, restaurantes caseros... Los mototaxis y bicitaxis ocupan las calles en ambos sentidos, niños que van al colegio, gente haciendo sus compras diarias. De esta manera nos vamos acercando al puerto, donde se abre todos los días el mercado de artesanía al aire libre (Cahuide esq. Deustua).
Cuando llegamos allí vemos que consiste en varias calles perpendiculares a la principal donde barracas de comerciantes compiten por captar la atención de los compradores. En esta zona del altiplano, el producto por excelencia es la lana y sobre todo la de alpaca. Gorros (chullos), guantes, bufandas, jerseys (chompas) acaparan los mostradores de los puestos. Curioseamos por la zona entablando conversación con algunos comerciantes (por cierto, sólo vimos señoras atendiendo en las barracas). El regateo es habitual, y no resulta difícil acabar cogiendo gusto a este tipo de negociación. Compramos varios artículos en diferentes sitios y presenciamos sorprendidos como en cada compra que hacemos la señora encargada de la tiendecita da gracias y bendice los billetes con los que pagamos. Nos explican que agradecen la primera venta del día y así pretenden atraer la fortuna para el negocio.
El mercado acaba. A continuación puestos de comida para los visitantes y un poco más allá comienza la zona del puerto donde atracan las embarcaciones. Este es el sitio desde donde el día siguiente partiremos en nuestra excursión por el lago. La nota dominante es la suciedad y los montones de basura que se acumulan y flotan en los distintos sectores de la instalación portuaria. Decidimos volver al hotel. Tenemos tiempo, así que podemos volver dando un paseo, no hay prisa como para tomar un taxi.
Paramos en una calle con puestos de venta de fruta, tipo mercadillo, compramos plátanos: 5 unidades por 1 S/. (0,25 €). Hacemos lo propio en una pastelería, en este caso adquirimos alfajores, a 0.50 céntimos de S/. cada uno (0,12 €). Lo que no somos capaces es de localizar bebidas frías. En la calle por la que transitamos hay gran cantidad de tiendas de bebidas, pero se asemejan más a almacenes, y no hay manera de encontrar un sitio que las venda refrigeradas. Llegamos al hotel sobre las 13.40 pm y comemos los plátanos y alfajores. Llegan Nacho, Isabel y Cristina. Han estado en el mercado de Bellavista (mercado de abastos tradicional de Puno) y se van a comer por el centro. Nos despedimos hasta la tarde. Mientras esperamos en el hotel reparamos en el patio interior de la planta baja que arroja luminosidad, gracias a vidrieras de colores, sobre los pasillos que lo rodean y que dan acceso a las habitaciones. En él se exhibe una colección de planchas antiguas, auténticas reliquias.
Con puntualidad británica una chica de la agencia se presenta en el hotel a recogernos. Ha venido andando desde la plaza de los Pinos, a una cuadra de distancia. El autobús nos espera allí porque tiene dificultad para acceder por la estrechez de estas calles. Tomamos asiento, y después de recoger a algunos turistas más abandonamos Puno, por el mismo sitio por el que llegamos el día anterior.

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