lunes, 22 de febrero de 2010

IQUITOS-MUYUNA AMAZON LODGE (Día 1) - Parte IV

Martes, 01/09/2009
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Pero el episodio más excitante está por llegar. Eduardo aguza el oído y nos expresa sus sospechas. Parece que en la lejanía se oye a un grupo de monos aulladores. Nos reta a intentar seguir su pista y conseguir acercarnos a ellos. Comienza una búsqueda en plena selva siguiendo como única pista los lejanos aullidos de los primates. Con el sigilo que nos permite nuestro torpe andar entre ramas que pueblan el suelo y las aparatosas “botas de jebe” seguimos a duras penas los hábiles pasos de Eduardo, que se mueve como pez en el agua.
A medida que nos acercamos los aullidos ganan en sonoridad. De vez en cuando perdemos la pista. En ese momento, Eduardo, se frota con la mano la garganta. Nos dice que es creencia popular que al hacer ese gesto los monos de esta especie no se espantan y siguen chillando sonoramente. De esta forma conseguimos ganar posiciones paulatinamente. Hasta que por fin los oímos muy cerca; es sobrecogedor e impresionante estar a ras de suelo en la selva, mientras los monos aulladores saltan sobre las copas de los árboles sobre nuestra posición, sin dejar de chillar. El ruido que producen llega a producir temor y cierto respeto, no se puede saber a ciencia cierta cuantos son, pero por el ruido atronador que emiten, parece que fueran miles. Incluso conseguimos ver algunos, con su pelaje rojizo, saltando entre las ramas más altas.
A estas alturas y con la aventura de los monos, los chicos parecemos recién salidos de la ducha, el sudor cubre nuestras ropas por completo. Las chicas ni una gota de sudor, no sabemos cómo lo hacen, pero parecen no sufrir el rigor de la humedad. Retornamos al lodge mientras Eduardo se congratula diciendo que ha sido una auténtica fortuna estar tan cerca de este tipo de monos, son muy esquivos y apenas hay ocasión de verlos en la selva. Él, sentencia, en muy raras ocasiones ha conseguido acercarse tanto a ellos en compañía de un grupo de turistas.

Llegamos al lodge sobre las 17.30. Tiempo para descansar, hidratarse y tomar un té. Uno mismo se lo puede servir a cualquier hora del día, están a disposición de todo el mundo en el lobby. Eduardo narra la peripecia de los monos aulladores al guía de otro grupo de turistas, mientras degustamos nuestras infusiones. El guía incrédulo piensa que Eduardo le toma el pelo, no da crédito a que podamos haber visto este tipo de monos tan relativamente cerca del lodge. Al final, hay que mostrarle la grabación de la videocámara de Óscar para que se convenza.

Volvemos a la cabaña. El personal se ha encargado de encender un par de quinqués de aceite para iluminar la estancia y el baño. La cena está lista. Cuando hemos acabado de instalarnos y probar por turnos la hamaca del porche, oímos el tintineo de la campana. La cena está lista. Hileras de lámparas iluminan con sus llamas los corredores de madera y el interior del lobby; cenamos bajo su ténue luz. Eduardo nos cita a las 20.00, no hacen falta las botas de agua pero si un frontal de luz. Daremos un paseo nocturno en canoa.
En el embarcadero abordamos una pequeña embarcación en la que viajamos nosotros cinco, una familia de peruanos afincados en Toronto con sus dos hijos, Eduardo, Albino (el guía de la familia que nos acompaña) y un chico del lodge que gobierna la barca. Es agradable sentir el frescor del viento corriendo en nuestras caras ahora que ha caído el sol.

Eduardo y Albino se posicionan en la parte delantera de la embarcación y con dos linternas que arrojan potentes haces de luz iluminan las orillas y los árboles próximos a ellas. Mediante un sistema de señales guían al chico que maneja la barca para que se detenga, apague el motor, o se dirija hacia algún lugar concreto. Podemos adivinar la silueta de murciélagos volando a nuestro alrededor y peces que saltan fuera del agua acompañando el movimiento que describe nuestro transporte. Ayudados por el chorro de luz vemos algunas garzas que descansan posadas cerca de las orillas. Incluso un perezoso hecho un ovillo encaramado en la parte más alta de un enorme árbol, está inmóvil pero Albino asegura que se trata de un ejemplar de este extraño mamífero.
Y a partir de aquí comienza la “caza” del caimán. Con las linternas se arroja luz sobre las orillas hasta detectar el rojo brillo de los ojos de los caimanes, inmóviles en sus puestos aguardando presas. Cuando se detecta a uno de ellos los guías hacen señales al piloto de la lancha para que avance en la dirección indicada. Eduardo o Albino (se van turnando en el cometido) se tumban sobre la proa de la embarcación y cuando están a punto de llegar a la posición del caimán, se detiene el motor y lanzan una mano al agua para intentar agarrar por la cola al reptil.
Se suceden varios lances de este tipo sin que haya fortuna en las capturas. Bajo la luz de la luna y agradeciendo el frescor de la noche la embarcación recorre los recodos del Yanayacu, buscando los lugares más idóneos para alcanzar nuestro objetivo. Después de más de una hora de paseo nocturno, Albino consigue “cazar” un caimán. Lo sube al bote y permite que lo cojamos entre nuestras manos y nos fotografiemos junto a él. Se trata de un ejemplar de caimán negro.

Albino nos explica algunas cosas sobre las costumbres del animal capturado. Es un reptil de hábitos principalmente nocturnos, con adaptaciones especiales en la visión que le permiten buscar su alimento en la oscuridad. Su dieta puede variar de acuerdo con la edad, tamaño y hábitat. Los ejemplares jóvenes comen insectos, crustáceos, moluscos y otros invertebrados. Se agazapa entre las hojas y ramas caídas para esperar a sus víctimas. Cuando su presa está lo suficientemente cerca, da un gran salto impulsado por su cola y patas traseras, logrando así atraparlas con su poderosa mandíbula y afilados dientes, de manera tan fuerte que es imposible soltarse de ellos. Luego, las arrastra hacia el fondo del río o charca para ahogarlas y, finalmente, las vuelve a sacar para devorarlas casi enteras en tierra, ya que no puede comer dentro del agua.
Devuelto el caimán a su hábitat natural, sin haber sufrido ningún daño, es momento de regresar al lodge. Eduardo nos cita para el día siguiente, tenemos que aprovechar el tiempo y para eso el madrugón es inevitable. Seguro que lo agradecemos, a primera hora sin la presencia del sol abrasador, es cuando más a gusto se está. Tendremos tiempo suficiente para descansar, son apenas las 22.00.

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