lunes, 22 de febrero de 2010

CUZCO-LIMA-IQUITOS - Parte III

Lunes, 31/08/2009
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En cuanto atravesamos la portezuela del avión sentimos la humedad ambiente. La esperábamos pero hasta que recibimos su vaporoso abrazo en el cuerpo no tomamos consciencia de ella. Desde la aeronave al edificio donde se aloja la cinta de recogida de equipajes apenas hay 50 metros que recorremos a pie por el asfalto de la pista. Al entrar en el edificio acristalado vemos a un hombre con un cartel del “Muyuna Amazon Lodge” y nuestros nombres en él. La agencia que hemos contratado para nuestra estancia en la selva nos ha enviado un transporte para que nos recoja y nos lleve al hotel que hayamos reservado. Mario se presenta ante todos nosotros y espera pacientemente mientras recogemos los equipajes. En el aparcamiento una furgoneta con conductor nos espera para desplazarnos a la ciudad.
Al entrar en la “movilidad” agradecemos el aire acondicionado. El traslado desde el aeropuerto de Iquitos (Aeropuerto Coronel Francisco Secada) hasta la ciudad nos llevará unos 20 minutos. Iquitos (430.000 habitantes, 130 metros de altitud sobre el nivel del mar) está conectada con el mundo exterior por avión y por el río Amazonas, pero es la mayor ciudad del mundo a la que no puede acceder por carretera; tiene el puerto fluvial más importante del Perú y se puede comunicar a través del Amazonas con otras ciudades de la selva. Por ese motivo podemos comprobar que el vehículo que predomina aquí es la moto, mucho más barata de importar hasta la ciudad.
Es una ciudad a simple vista ruidosa y frenética, por la constante presencia de motos y mototaxis. Llegamos al “Hotel Colibrí”. Mario nos comenta que el cree que no hay habitaciones libres, ya que preguntó por ellas esa misma mañana para reservarlas a nuestro nombre. Le decimos que las reservamos nosotros esta misma tarde por teléfono. En la recepción nos dan una desagradable sorpresa; no hay habitaciones. No lo entendemos, si las reservamos por teléfono hace apenas unas horas y había disponibilidad. Poca seriedad en este establecimiento, no será objeto de recomendación por mi parte.
Mario nos dice que hay un hotel cerca, a un par de cuadras. Se trata de “La Posada del Cauchero” (Calle Raymondi 449-Plaza Castilla). Preguntamos por habitaciones libres. Nos quieren cobrar 120 S/. por cada una. Conseguimos regatear hasta los 90 S/. (21,45 €). Son casi las 22.00 y sólo será por esta noche, así que las cogemos. Al menos tienen aire acondicionado y nos incluye el desayuno. Mario se despide, nos recogerá al día siguiente en el hotel a las 09.00.
La planta baja alberga la recepción, la cafetería y el restaurante. Se trata de un edificio de techos altísimos de los que penden ventiladores de aspas y con paredes de las que cuelgan fotografías en blanco y negro de la época del caucho, que marcó los años más esplendorosos de la ciudad. Las habitaciones en la planta alta, parece como si hubiesen sido objeto de obras de reforma y nunca se hubieran llegado a concluir. Al menos el aire acondicionado funciona. En el patio de atrás una piscina permite a los huéspedes sofocar el calor y la humedad del clima amazónico. Nosotros no tendremos tiempo de usarla.
Una vez que hemos descargado nuestras cosas salimos del hotel para pasear por Iquitos y buscar un sitio para cenar. La fachada del edificio da directamente al malecón y frente a nosotros, en la oscuridad, se intuye la anchura e inmensidad del río Amazonas. Salir a la calle y empezar a sudar es todo uno. Caminamos hacia la plaza de Armas; allí se levanta la iglesia Central de Iquitos de colorida torre principal y considerada como la única de estilo gótico construida en Perú. Y en la esquina sudeste de la plaza se puede observar la “Casa de Hierro”. Fue diseñada por Eiffel (famoso por su torre), construida en Paris e importada pieza a pieza a Iquitos para embellecer la ciudad. Representa los días de la opulencia del caucho y en su momento fue el club social más importante de la ciudad. Hoy en día más bien parece un amasijo de hierro y chapas unidas entre sí que alberga tiendas en su piso inferior.
Paseamos por el malecón y ratificamos que la vida en esta ciudad es distinta a las que habíamos visto hasta ahora en el resto del país. El clima favorece la vida en la calle y hay más animación a pesar de ser casi las 23.00. Cristina e Isabel se divierten comprando bisutería a algunos bohemios vendedores emplazados en la zona.
Siguiendo las notas de la Lonely Planet entramos a cenar al local llamado “Yellow Rose of Texas” (Putumayo 180). En vez de comer fuera entramos dentro, donde nos sentamos en una mesa de madera de forma inverosímil. La decoración sobrecarga paredes y techos y se pueden encontrar entre un montón de objetos; sillas de montar, caparazones de tortuga, pieles de serpiente… Pedimos sándwiches y súper hamburguesas que resultan se enormes. Para beber todos piden Cusqueñas, excepto yo que me decanto por una “Iquiteña”, que resulta ser bastante más rubia y suave que las primeras. Las botellas de las cervezas son servidas recubiertas por unos recipientes de madera de balsa para que se conserven bien frías. Pagamos la cena, 81 S/. por todo (19,30 €).
Retornamos caminando por el malecón hacia el hotel. Mañana tendremos que madrugar, porque queremos visitar el mercado de Belén antes de partir hacia nuestra estancia en el interior de la selva. Son las 00.00 cuando nos acostamos; gracias al aire acondicionado podremos pegar ojo.

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