lunes, 22 de febrero de 2010

CUZCO-CAMINO INCA (Día 1 - 12 Km.) - Parte I

Jueves, 27/08/2009
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A las 06.00 de la mañana abrimos el ojo. Después de tomar un desayuno potente (así lo exige la jornada) hablamos con el personal de recepción del hotel. Tenemos que dejar el equipaje que no nos llevemos al camino inca en el depósito habilitado al efecto en la planta alta.
Nos disponemos a realizar una aventura que nos ocupará los próximos cuatros días. El Camino del Inca recorre una distancia aproximada de 45 km que comienzan en el Km. 82 de la línea férrea que une Cuzco y Aguas Calientes, llevando al visitante por fantásticos senderos y restos arqueológicos a lo largo de su recorrido, arribando a la mañana del cuarto día de caminata a la ciudad de Machu Picchu. El Camino Inca que recorre el Santuario Histórico de Machu Picchu es considerado una de las rutas de trekking más espectaculares del planeta y es el más conocido de los caminos incas. La geografía de la caminata es accidentada y muchos de los tramos son repisas al borde del abismo que permiten contemplar paisajes impactantes debido a que están rodeados de una exuberante belleza natural, escenarios inolvidables, montañas, cursos de agua de origen glaciar, bosques, quebradas, precipicios, senderos labrados sobre la roca, escaleras de piedra que debemos descender y ascender con cientos de escalones, y espectaculares restos arqueológicos ubicados estratégicamente. Es sin duda uno de los caminos más pintorescos del mundo.
Son las 06.40 cuando llega a recogernos un guía de la agencia. Viene andando y lo hace acompañado de otros dos turistas más, ambos españoles, Vicente y Rebeca. Caminando por la empedrada calle ascendemos unos 200 metros hasta la Avenida Arcopata donde debemos esperar la llegada del autobús. Como sucedió el día anterior con Nacho, ahora nos hemos convertido en verdaderos mochileros. Porteamos a la espalda nuestra carga en todo momento. A nuestro lado se arremolina gente local, también cargados con mochilas. Más tarde nos enteramos de que son nuestros porteadores para el camino inca. A las 07.00 llega la movilidad. Se trata de un autobús grande. Después de cargar el equipaje en la bodega, nos acomodamos en él. La salida se demora por media hora. Uno de los guías nos explica que estamos esperando a dos turistas suizas, finalmente no han llegado en su vuelo, así que nos marchamos sin ellas.
El trayecto en autobús nos resulta conocido (lo hicimos dos días antes) y se prolonga por 1 hora y 45 minutos. Atraviesa el valle sagrado y nos lleva de nuevo hasta Ollantaytambo. Dormitamos hasta alcanzar el destino. El ruidoso traqueteo del autobús en las estrechas calles empedradas del pueblo nos hace despertar. Hacemos una parada técnica en la plaza de Armas del pueblo. Una marabunta de vendedores asedian a los turistas al bajar del autobús. Ofrecen bastones de madera, impermeables de plástico, sombreros, todo tipo de utensilios que se pueden necesitar en el trekking y que algún turista olvidadizo precise adquirir a última hora.
Ollantaytambo es la única ciudad inca que se ha mantenido habitada desde la época inca (s. XIII) hasta la actualidad. Originariamente la aldea estaba dividida en manzanas llamadas “canchas” cada una de las cuáles sólo tenía una entrada a un patio interior. Hoy en día sigue manteniendo intacta gran parte de su fisionomía ancestral pero el negocio que alimenta a sus habitantes ahora es claramente el turismo. Mientras consumimos el tiempo dado por nuestro guía para gestionar detalles de última hora deambulamos por la plaza y nos acercamos para inspeccionar más de cerca la estatua de Pachacútec que vimos hace dos días desde la furgoneta de Edwin. Advertimos que los porteadores también han estado de “compras” y cargan en el autobús bolsas de comida; pan, patatas, arroz…Todo lo que será nuestra intendencia durante los próximos días.
Volvemos al autobús, dejamos atrás la población y después de unos kilómetros circulando por pista asfaltada el autobús gira hacia la izquierda y entra en un polvoriento camino de tierra. Discurre paralelo al río y en varias ocasiones se cruza con la línea férrea que es la que une Cuzco con Aguas Calientes. La estrechez del camino es tal que en más de una ocasión hay que dar marcha atrás en busca de apartaderos para poder cruzarse dos vehículos. Nos cruzamos con autobuses que retornan, después de haber transportado turistas hasta el punto de inicio del camino inca. Admiramos la pericia del conductor, capaz de transitar al borde de cortados y desniveles y hacer girar adecuadamente al bus en curvas de herradura angostas e intrincadas. Tras media hora de trayecto plagado de vicisitudes llegamos al Km. 82.
Recibimos instrucciones para que nos apliquemos sobre la piel “bloqueador” y repelente de mosquitos. El personal de la agencia nos reparte las esterillas y los sacos (para aquellos que hemos alquilado su uso). Los porteadores también se preparan e inician la marcha antes que nosotros. Nuestro guía principal se presenta. Se llama Lino. Dos agencias han fusionado sus grupos de viajeros en un único bloque formado en total por 14 turistas. Contaremos en total con 4 guías. El ya mencionado Lino, y tres chicas: Maribel, Gloria y Gladys. Lino nos obliga a formar un círculo y a presentarnos a nosotros mismos uno a uno, diciendo nombre y nacionalidad. El reparto del grupo queda como sigue: 7 españoles (incluyéndonos nosotros 5), 3 argentinos, 2 uruguayas (madre e hija) y una pareja italiana. Por delante nos esperan 4 jornadas de caminatas en las que recorreremos 45 Km. para alcanzar el último día la ciudadela de Machu Picchu.
Nos hacemos una foto de grupo bajo el cartel que indica el inicio del trekking en el Km. 82 del ferrocarril (2.600 metros de altitud).
Comenzamos a andar de forma paralela a la vía del tren, apenas 500 metros más adelante nos topamos con el control de acceso al Santuario Histórico de Machu Picchu. Tenemos que mostrar nuestros pasaportes y el formulario de ingreso en el país. Los guías se encargan de gestionar toda la documentación. Lino me explica que los porteadores pasan por otro control, en teoría muy estricto, dónde se pesa la carga que llevan y se contabilizan los envases porteados para luego poder comprobar que no se abandona nada dentro del recinto del santuario.
Atravesamos un puente colgante que pende sobre el río Urubamba, con poca fuerza a estas alturas del año donde apenas hay precipitaciones.
Nos enfrentamos a un primer aperitivo muy suave comparado con lo que nos espera. Una subida abrupta de gran pendiente que apenas tardamos 10 minutos en completar. Es el primer aviso, esto no va a ser fácil. Una vez arriba, el terreno se vuelve muy llevadero. Caminamos por una senda ancha y cómoda paralela al río, y en la orilla contraria vemos la vía del tren que, acompaña al cauce natural del Urubamba.

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