lunes, 22 de febrero de 2010

LIMA - Parte I

Sábado, 15/08/2009
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El avión es moderno, muy nuevo y cuenta con un sistema multimedia de última generación con pantalla individual para cada viajero. A disposición del mismo películas, juegos, series….Evidentemente no era gratis, 7 euros por el uso ilimitado del sistema. Como volamos durante toda la noche lo mejor será dormir, para llegar a Lima lo más frescos que podamos. Cuando hemos cogido altura y velocidad crucero las azafatas (ahora ataviadas con otro traje distinto, el de faena) comienzan a servir la cena. No esperábamos mucho de ella, así que no resultó decepcionante: un poco de ensaladilla rusa, algo que parecía pescado o pollo en salsa (no nos poníamos de acuerdo sobre el tema) y gelatina de postre. Después de esto, a dormir o intentarlo al menos. Usamos las almohadas inflables para el cuello compradas para la ocasión y una pastillita para coger sueño de manera más rápida. Logramos dormir gran parte de la noche. Ya hemos atrasado el reloj, en Perú, siete horas menos.

La noche transcurre entre cabezada y cabezada, hasta que aproximadamente dos horas antes de aterrizar nos sirven el desayuno; un poco de café, media luna con jamón de york y un trozo de bizcocho. Las azafatas comienzan a repartir los formularios correspondientes a aduana y estancia en el país. Tenemos algún contratiempo al pedir más formularios; una azafata muy “atenta” pasa de nuestro requerimiento. Curiosamente la misma azafata que me ignoró al pedirle un té en el servicio de desayuno. Con gente así de maja da gusto. En fin, rellenamos los formularios y a esperar el aterrizaje.

Éste se produce, inusualmente, con un adelanto de más de media hora. El aeropuerto de Lima es el Jorge Chávez, y lo primero que nos impacta es ver que todo el personal del mismo emplea mascarillas; cosas de la fobia que, intencionadamente, la prensa y los gobiernos han desatado alrededor de la gripe A.

Pasamos el control de pasaportes en poquísimo tiempo, aquí nos dan un resguardo del formulario que hemos rellenado y que hay que custodiar hasta salir del país, en ese momento lo tienes que devolver. Desconocemos las consecuencias de perderlo, así que a buen recaudo con el resto de documentación.

De aquí a las maletas. Hasta ahora Air Comet (compañía low cost) no nos había dado problemas, rezamos para que todos los equipajes hayan llegado a Lima. Y tenemos suerte. Recogemos las “morcillas” (término con el que bautizamos nuestras bolsas-funda para las mochilas por su aspecto exterior). Dos carritos para cargarlas y a pasar por el control de aduanas. Entregamos un segundo formulario y atravesamos el arco aleatorio que decide sin ningún criterio cuando el semáforo se pone rojo y te chequean más “exhaustivamente”. Oscar no tiene suerte, luz roja para él. Un chequeo extra que lleva un minuto. Ahora ya estamos todos fuera. Cruzamos la puerta que da al vestíbulo del público en general, y comienza el asalto a nuestro grupo, nos ofrecen servicio de taxis.

Como hemos reservado alojamiento para la primera noche, también le solicitamos servicio de taxi para que nos recoja en el aeropuerto. No queremos aterrizar en Perú y tener un problema a las primeras de cambio. Al ser cinco personas (y con bastante equipaje) hacen falta dos vehículos. El precio por cada coche, 45 S/. (10, 70 €). Más que el precio normal, pero para ser la primera vez que cogemos un taxi en Perú no arriesgamos. Lima es desconocida por ahora, y una ciudad con 8 millones de habitantes (segunda ciudad más grande del mundo ubicada en un desierto), dividida en más de 50 barrios con zonas de chabolas que la relacionan con el subdesarrollo, impone un cierto respeto.

En el aeropuerto se pueden coger dos tipos de taxi. Los oficiales, que tienen licencia para acceder a zona de acceso de la terminal de viajeros, y que te pueden cobrar del orden de 60 S/. (unos 14,30 €) por una carrera al centro. Los no oficiales, los hay a miles, y son aquellos que no pueden acceder al interior del aeropuerto a recoger a viajeros (si a dejarlos); puedes tomar uno de esto saliendo del parking del aeropuerto, en la Avenida Elmer Faucett. El precio de las carreras puede variar entre 10-15 S/. (unos 2,40-3,55 €) al centro, y unos 25-30 S/. (unos 5,95-7,15 €) a los barrios de Barranco o Miraflores.

La opción a tomar está clara; y hay que tener en cuenta que casi siempre es preciso regatear para obtener estos precios, de primeras los taxistas no los ofrecen.

A nosotros nos están esperando con un cartel, que indica mi nombre (yo hice la reserva) y el nombre del alojamiento, el Barranco Backpacker´s Inn http://www.barrancobackpackers.com//, como su nombre indica ubicado en el barrio de Barranco, a orillas del Pacífico.

Los taxistas son dos hermanos, Miguel y John. Preguntamos por un cajero BCP o del Banco de la Nación (nos habían comentado que eran los que no cobraban comisiones por duplicado). En el aeropuerto sólo vemos cajeros amarillos de Globalnet, éstos nos los habían desaconsejado. Nos indican que camino al hostal pararemos en uno BCP para sacar efectivo.

Salimos del edificio de la terminal y nos dirigimos a la izquierda. Al abandonar el parking del aeropuerto, dejamos los carritos portaequipajes y cargamos todo en los taxis, que nos esperan fuera del recinto. Lo primero que llama la atención es que son vehículos muy antiguos y que en el maletero llevan una botella de gas con la que se propulsan.

Al poco tiempo de salir del aeropuerto paramos en un cajero BCP. Es hora de probar la tarjeta de débito de ING. Saco efectivo, el máximo permitido por operación es de 700 S/. (167,09 €, depende del cambio diario entre divisas, para consultarlo http://www.xe.com/ucc/). Con esto de momento tenemos para pagar los taxis y empezar a movernos por Lima, volvemos a los coches y reanudamos la marcha. El trayecto discurre en su mayor parte paralelo a las playas del Pacífico, por la costanera o carretera de la costa; apenas tardamos 25-30 minutos, es sábado, es temprano y la gente aún duerme.

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